Ayer tuve la oportunidad de acercarme a ver el reciente “redescubrimiento” de dos sepulturas datables en época visigoda, podríamos decir entre los siglos VI y VII d.C., en el término municipal de Villamayor de Calatrava, (Ciudad Real). Este pequeño municipio a 9 kilómetros al norte de Almodóvar del Campo y poco más de Puertollano podría albergar un asentamiento rural de época visigoda que bien pudiera corresponderse con un modelo de aldea o granja.

El hallazgo de dos tumbas ya se produjo en los años 60 cuando un agricultor levantó con un arado una gran losa y según los habitantes del pueblo, “salieron huesos”. Se llevó a cabo una excavación rápida y no demasiado exhaustiva, datándose lo que se pudo y volviendo a tapar. El ayuntamiento de Villamayor decidió apostar ahora por rescatar este hallazgo aportando una partida presupuestaria para contratar un equipo de arqueólogos entre los que se encuentra Miguel Ángel Hervás, gran profesional y colega; así como un equipo de georradar para detectar las tumbas bajo la superficie y así poder documentar mejor el hallazgo. Pero antes de desgranar más el hallazgo, recorramos primero un poco la historia de la región en época romana y durante la Antigüedad Tardía.

El suroeste de la provincia de Ciudad Real en época romana.
Tenemos constatado que los oretanos, con cabeza en Oreto-Zuqueca, enseguida suscribieron la alianza con Roma en el marco de la II Guerra Púnica, por tanto, la zona de Puertollano será una zona de paso natural de tropas hacia el sur en el contexto de estos enfrentamientos.

Es en época bajoimperial cuando podemos hablar de una explotación agropecuaria más intensa de las tierras del Campo de Calatrava, de gran fertilidad debido al vulcanismo de la región. Se tiene constancia de villae romanas ubicadas, por ejemplo, en el cerro Orusco, en las proximidades de lo que hoy es la barriada de Asdrúbal de Puertollano. En la zona se hallaron numerosos restos de material constructivo y cerámico, igual que en la Laguna Blanca de Argamasilla de Calatrava, en un altozano cercano a la propia Villamayor y asentamientos de menor relevancia, pero también dedicados a un uso y laboreo agrícolas. Miguel Ángel mencionó que sólo en el término municipal de Villamayor hablamos de una treintena, aproximadamente, de yacimientos datables en época romana.
Por otro lado, en el Itinerario de Antonino, así como en los llamados Vasos de Vicarello, concretamente la vía “Per Lusitaniam ab Caesaraugusta”, aparecen ramificaciones que pasaban por enclaves –seguramente mansiones– como Carcuvium (Caracuel) o Ad Turres (¿Calzada de Calatrava?), además de transitar por enclaves como Laminium (Alhambra) o Sisapo (La Bienvenida), perfectamente documentados.
Serán las riquezas mineras del valle de Alcudia y Sierra Madrona las que también atraigan a la población romana y den dinamismo a la región, siendo Sisapo la principal cabecera de esta explotación minera centrada sobre todo en plata, plomo, cobre y oro.

El suroeste de la provincia de Ciudad Real en la Antigüedad Tardía.
Con el declive y posterior caída del Imperio Romano, Hispania vivirá una serie de avatares muy agitados que darán al traste con la autoridad imperial mucho antes del año 476. En el año 409 se produce la penetración de pueblos de estirpe germánica-eslava como los suevos, los vándalos y los alanos que, con una rapidez inusitada, desconectaron de Roma todas las provincias excepto la Tarraconense. Los visigodos serán los encargados de expulsarlos o destruirlos a todos y así sucederá excepto con los suevos, que crearán su propio reino en Gallaecia.
A pesar de los intentos del poder imperial por recuperar Hispania todo fue en vano y, serán finalmente los visigodos los que, tras ser expulsados de la Galia por los francos, comenzarán a ocupar la Península Ibérica de manera progresiva y no ya como federados de un poder romano sino como un pueblo autónomo con su rey.

Esta ocupación fue más intensa en la Meseta norte y en Toledo, así como en el área de influencia de esta ciudad. No habrá tanto una presencia visigoda en los demás territorios peninsulares que seguirán estando habitados por sus antiguos pobladores: una inmensa población hispanorromana. Es por esto por lo que debemos tomar con cautela las expresiones “tumba visigoda” o “tumba de época visigoda”. La primera de ellas haría referencia a un enterramiento puramente visigodo, de un individuo de este pueblo con un ajuar identificativo. La segunda haría referencia a un enterramiento de un individuo, probablemente hispanorromano o hispanovisigodo, como quiera denominarse, que fue enterrado ya en tiempos de la dominación visigoda pero que no tenía por qué ser un visigodo.
En esta época seguimos asistiendo a una explotación agropecuaria del entorno, llevada a cabo por esas villae tardorromanas, muchas veces monumentales, que siguen orquestando el espacio rural y más ahora con un declive generalizado del mundo urbano clásico para su transformación en otro muy distinto: el de la ciudad episcopal. Las ciudades que tenemos que tomar como referencia son Sisapo y Oreto, una en pleno valle de Alcudia y la otra en la margen izquierda del Guadiana. Conocemos como son estas ciudades y su continuidad durante la etapa visigoda por los enterramientos que ambas presentan datables en este período. Oreto seguirá en activo hasta el siglo IX y en cambio Sisapo quedará abandonada tras la caída del reino visigodo.

Hallazgos fortuitos, las tumbas de Villamayor.
Como venimos diciendo al comienzo del artículo, el hallazgo de dos sepulturas de época visigoda en el término municipal de Villamayor de Calatrava, a escasos cien metros del núcleo urbano, suscita la posibilidad de que exista un asentamiento que puede tener varias características: Tratarse de una granja con un cementerio propio, tratarse de un cementerio comunal de varias aldeas o granjas o bien tratarse de un cementerio asociado a una villa o a un núcleo de población que podría tratarse de una aldea o pueblo.
Sea como fuere, este redescubrimiento ha sido un trabajo puntual, y es del interés de los arqueólogos poder excavar el año que viene un perímetro mayor para poder localizar más sepulturas que, con toda probabilidad habrá, así como localizar al menos un posible núcleo habitado que dio origen a ese cementerio.
La ocupación humana de estos valles previos al valle de Alcudia está bien atestiguada por estos cementerios, tal es el caso de la Loma de las Sepulturas de Puertollano; otro cementerio asociado a un núcleo de población rural, un pueblo o aldea de época bajoimperial y visigoda que no parece haber tenido continuidad tras la caída del reino visigodo.

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