Este verano he tenido la posibilidad de visitar el yacimiento arqueológico de la Edad del Bronce más representativo de la provincia de Ciudad Real: La Motilla del Azuer. Este yacimiento, recientemente acondicionado en el marco de un programa provincial es el máximo exponente de la cultura de las motillas en la Edad del Bronce, el denominado como «Bronce Manchego». La visita comienza en el museo comarcal de Daimiel y es una visita guiada de principio a fin; desde el museo tendremos un guía para el recorrido por la sala de la Edad del Bronce, nos trasladarán al yacimiento en un microbús con un guía de ruta para explicarnos las características del entorno circundante y, finalmente, tendremos otro guía, un arqueólogo, que nos enseñará el yacimiento y el centro de interpretación.

El Bronce Manchego, una aproximación.

Denominamos como Bronce Manchego a una subdivisión espacial y temporal de la Prehistoria en la Península Ibérica también conocida como Cultura de las Motillas. Diversos grupos humanos que basaban su sustento en la ganadería y la agricultura ocuparon el territorio actualmente conocido como La Mancha (gran parte de la provincia de Ciudad Real, prácticamente toda la de Albacete y parte de las de Toledo y Cuenca) constituyendo uno de los sustratos indígenas que dio origen a la cultura ibera.
Esta cultura se caracterizó, principalmente, por la construcción de asentamientos fuertemente fortificados que han dado origen a topónimos locales: motillas, morras y castillejos. De entre éstos, las denominadas «motillas» son eminencias topográficas que destacan sobre la llanura manchega. Su excavación ha demostrado que estaban formadas por viviendas apretadas dentro de cinturones de murallas concéntricas en varios niveles escalonados, dando una apariencia de cerro artificial al asentamiento que facilitaba su defensa frente a las invasiones y el control efectivo del territorio circundante.

Los asentamientos de esta cultura son muy numerosos y, aunque dispersos y extendidos por un amplio territorio, mantenían relaciones entre sí creando agrupaciones de asentamientos. Tenían equidistancias de 4 a 5 kilómetros entre unos y otros, según las zonas, pero siempre manteniendo el contacto visual. Se distribuyen por las vegas de los ríos, zonas llanas y fácilmente inundables y por las zonas palustres deprimidas, donde hasta época reciente era muy frecuentes la existencia de los típicos humedales y lagunas manchegas. Las mayores concentraciones de asentamientos estudiados están en el término municipal de Daimiel (Motillas del Azuer, las Cañas, Zuacorta, Casa del Cura, de la Vega Media, de la Albuera, Daimiel y de la Máquina) y en las lagunas de Ruidera (hasta 23 de distinta tipología y a una distancia visual, en algunos casos, de sólo 1 kilómetro). Sólo en la provincia de Albacete se conoce el emplazamiento seguro de unos 300 asentamientos.
Los poblados han sido divididos en dos tipologías:
– Las motillas, eran una especie de fortalezas circulares dispuestas en anillos concéntricos en torno a una gran torre central, con viviendas en su interior y exterior. Actuaban como lugares centrales de un área agrícola y su principal recurso consistía en el control del agua mediante profundos pozos.
– Las morras, también circulares y de pequeño tamaño, y los castillejos, mayores, se situaban en mesetas elevadas y, a veces, presentan también fortificaciones y edificios singulares.

La motilla del Azuer.
Esta motilla, la más arquetípica de este tipo de yacimientos del Bronce Manchego, se presentará ante nosotros como un conjunto de muros difícilmente distinguibles del entorno hasta que prácticamente estemos al lado.
El acceso se realizará por uno de los lados aprovechando la presencia de una abertura en uno de los muros; si bien lo primero que nos llamará la atención será la presencia de unos «contrafuertes», a veces formando un ángulo realmente perfecto que en realidad se corresponden con muros arqueados y derrumbados por su propio peso que eran aprovechados como contrafuertes de muros nuevos, pero ¿por qué esta técnica de construcción tan peculiar? La causa, como siempre, estaba en el propio terreno.

El terreno sobre el que se asienta la motilla es un terreno arcilloso y deprimido, muy elástico y con mucha roca caliza, lo que lo hacía un terreno idóneo para construir porque abundaba el barro para trabar las numerosas piedras. Pero esa elasticidad se volvía en contra de los propios muros ya que, en épocas más húmedas, el terreno cedía y acababa hundiendo y combando los muros. A pesar de todo, los habitantes de la motilla eran muy pragmáticos y, lejos de derribar los muros hundidos los usaban para apuntalar los más recientes hasta que estos también se hundieran y así sucesivamente.
El recorrido por el interior de la motilla es muy tortuoso, combinando escaleras por aquí y por allá con pasillos en los que sólo cabe una persona, una razón de ser propia de estos asentamientos tan fortificados. Antes de acceder al elemento estrella del yacimiento, el gran pozo central, podremos subir a lo alto de la atalaya central; una torre conformada de muros apoyados unos en otros y de una altura relativamente escasa pero más que suficiente para controlar el entorno completamente llano.

El pozo más antiguo de la Península Ibérica.
En efecto, el pozo que en el momento de la visita estaba seco pero que aún hoy sigue en activo y presentando importantes crecidas de nivel freático en época de lluvias, es el más antiguo realizado por el hombre en territorio peninsular. Todo el yacimiento orbita en torno a la protección y acceso de este agua subterránea, tan necesaria para la supervivencia en un territorio con una sequía tan acusada en verano y con inviernos generalmente fríos y secos. No olvidemos además el detalle de que la Edad del Bronce es, en general, un período más seco que el nuestro; con lo cual el acceso al agua bien merecía una fortificación tan mastodóntica.

Terminando la visita.
El yacimiento cuenta con un centro de interpretación justo al lado, en el que se puede disfrutar de un vídeo explicativo y muy didáctico de la cultura de la Edad del Bronce manchego. Además cuenta con dos maquetas que muestran el antes y el después de la excavación del yacimiento a parte de numerosas fotografías del proceso y una línea cronológica impresa en una pared en la que todos los más profanos de este mundillo histórico podrán encontrar con todo detalle los diferentes períodos históricos. La visita toma una mañana y la atención recibida, a parte del interesantísimo lugar hacen de la motilla del Azuer un destino obligado para todos los curiosos que quieran conocer algo increíble.

Tarifas y horarios.
VISITA PARA PARTICULARES
Entrada general: 7,00 €
El precio de la entrada a la Motilla del Azuer incluye la entrada al Museo Comarcal (sala de la Edad del Bronce), así como el servicio de transporte de ida y vuelta al propio yacimiento.
Importante: Para poder visitar la Motilla del Azuer debe adquirir la entrada a través de esta web o bien en el Museo Comarcal de Damiel. Únicamente la compra de la entrada garantiza la visita al yacimiento.
Importante: Dado que las plazas ofertadas para la visita están limitadas a las plazas del autobús/todoterreno, TODOS los visitantes deben adquirir su entrada, incluidos niños de cualquier edad.
VISITA PARA GRUPOS
Grupos hasta 27 personas – 1 guía – 60,00 €
Grupos de 28 a 60 personas – 2 guías – 120,00 €
HORARIOS
Sábados (para domingos consultar disponibilidad en el calendario)
Turno 1: – 09:30 h.
Turno 2: -11:00 h.
Turno 3 – 18:30 horas (meses junio, julio, agosto y hasta el 15 de septiembre).
– 17:00 horas (meses abril, mayo, a partir del 16 de septiembre y octubre).
– 16:00 horas (meses noviembre a marzo).
Inicio de la visita en el Museo Comarcal de Daimiel.
Duración aproximada de la visita completa: 2 horas y 30 minutos (aprox.).
Nº de visitantes máximo por grupo: 18 personas.
Página web de información y reservas