En la anterior entrada hicimos la primera reseña en profundidad al respecto del penúltimo número de antigua y medieval de Desperta Ferro Ediciones, el rey Arturo. En aquella reseña hablábamos de la situación económica, política y social de Hispania frente a la britana con el interés de compararla y ver también sus similitudes. Hoy nos centramos en los protagonistas de la “resistencia frente al invasor”; de las figuras que en Hispania encarnaron el mismo denuedo patriótico en Hispania que Arturo en Britania. ¡Bienvenidos a Hispania!
Un necesario contexto histórico.
Es preciso comenzar este artículo haciéndose unas preguntas acerca de la nobleza provincial del Occidente romano en estos últimos siglos, preguntas que pueden extrapolarse a nobles hispanos o britanos: ¿Hasta dónde llegaba el poder de esta nobleza? ¿En qué se basaba ese poder?
El obispo Salviano de Marsella se quejaba de la situación de Galia e Hispania en su obra Del gobierno de Dios a comienzos del siglo V. Lo reseñable de esta obra y que a nosotros nos interesa es que el obispo condena la actitud pasiva de los nobles provinciales, grandes beneficiarios de la decadencia del Estado y que, a pesar de ver acrecentado su poder, no hacían nada para detener a los bárbaros y por parar las injusticias.
El obispo hablaba del fenómeno del patrocinio por el cual las aristocracias ejercían un control sobre las aldeas (vicorum) o sobre los individuos (vicanorum) que quedaban bajo la protección de estos poderosos (maioribus). Las razones que a menudo llevaban a estos dominados a huir de la excesiva presión fiscal impuesta por el Estado eran habituales y frecuentes, pero el precio era elevado, ya que inmediatamente perdían todos sus bienes que debían ser entregados al patrono y la pérdida de los mismos para siempre, olvidándose incluso de heredarlos y gravándolos aún con impuestos –a veces inventados–. El resultado era una caterva de miserables desposeídos y atados a trozos de tierra que ni si quiera le pertenecían a cambio de su trabajo.

Poco después, menciona que ya no era posible para un romano acceder a los cargos públicos, acaparados ya y monopolizados por unos cuantos poderosos más criminales que los bárbaros, ya que éstos, si viles, no cobraban impuestos a los que se asociaban con ellos.
Sinesio de Cirene, Libanio de Antioquía y Zósimo denunciaron que esto era igualmente cierto en Oriente, existía una nobleza rodeada de ejércitos afincados en sus villas y eludiendo el pago de impuestos gracias a que eran ellos mismos los magistrados encargados de gravarlos y cargaban a las maltrechas curias municipales los costos de depravación, corrupción y favores a los especuladores y a los patronos que tiranizaban a sus siervos. Zósimo va más allá afirmando que incluso se vieron afectadas las prostitutas con fuertes impuestos y que a quien no podía pagar se le azotaba y torturaba, de modo que “cuando había que pagar los tributos, en toda la ciudad se oían llantos y lamentos”. (Rosa Sanz, 2009, p. 175).
Las aristocracias tenían ahora el suficiente poder para regir los territorios, proteger a los habitantes y pactar ellos mismos con los bárbaros. Orosio incluso llega a afirmar que era ese el momento para los provinciales de recordar el sufrimiento padecido durante la conquista romana. Ahora el Imperio era una suerte de señores feudales con sus ejércitos, sus tierras y sus siervos repartidos por todo el orbe romano gobernados teóricamente por un emperador que nada podía hacer ya por revertir la situación. Recordemos las palabras de Orosio:
(…) Que dé Hispania su opinión de los tiempos en que, a lo largo de doscientos años, regaba con sangre todos sus campos en toda su extensión y no podía rechazar ni sujetar a un enemigo que lo turbaba todo a sus anchas por todas partes (…) No les pregunto qué hubieran preferido en aquella ocasión, qué opinaban de los romanos, qué pensaban de sus tiempos. (Rosa Sanz, 2009, p. 178).
Las quejas de los obispos no responden a otro poso que al de el empoderamiento de estas aristocracias provinciales respecto a un Estado del que la Iglesia era partícipe y que veía peligrar su influencia sobre las poblaciones en detrimento de unos señores que controlaban los restos del ejército, la justicia y que ya eran recaudadores de impuestos, atesoradores de tierras y privilegios, conformándose como poderes alternativos al Estado.

En este contexto social y político se enmarcarían Dídimo y Veriniano como dos señores protofeudales, igual que el caso de Arturo de verse confirmada su existencia histórica. Detrás de su independencia y de su defensa a ultranza de la Península —o de la Britania romana— habría unos claros intereses políticos y económicos además de una postura religiosa, no olvidemos que en este siglo aún gran parte de la aristocracia seguía siendo pagana. Precisamente las regiones en que eran propietarios: Lusitania, Mérida, los Campos Palentinos, el Pirineo y Galicia presentan numerosos vestigios arquitectónicos de la pervivencia de ese paganismo, villas que florecían en este período y que presentan impresionantes mosaicos de esta temática religiosa y mitológica. La Olmeda en Palencia, Almenara de Adaja en Valladolid, San Julián de Valmuza en Salamanca, Quintana del Marco en León y Uceros en Soria, entre otros, son ejemplos de ello.
¿Es por tanto justo afirmar que figuras como Dídimo y Veriniano o como el rey Arturo, si existiera realmente, eran justicieros luchadores por la justicia y la defensa de la patria? Puede que la defensa de la tierra fuera un objetivo fundamental, pero más bien por defender ideales mucho más terrenales.
La historia de los hermanos Dídimo y Veriniano.
El contexto en que enmarcamos nuestro relato comienza en el año 406, casi 90 años antes que Arturo en Britania, momento en que Constantino, un soldado destinado en Britania, se alzó contra Honorio y le arrebató la prefectura de las Galias estableciéndose como emperador. Pasó rápidamente a establecer su Corte en Arlés, aislando por ello a Hispania de Italia y de su teórico defensor, el emperador Honorio. En Hispania, Sozomeno nos dice claramente que Dídimo y Veriniano eran parientes del emperador y que, si bien estuvieron enfrentados en el pasado, resolvieron sus diferencias para oponer resistencia a los invasores en los pasos pirenaicos. ¿Eran los hermanos otros dos usurpadores?
De acuerdo con los criterios del propio Orosio, la tiranía consiste en tres elementos fundamentales:
- Hacerse con el poder mientras el príncipe reinante aún vive.
- Arrogarse la potestad de dirigir una parte del ejército romano por propia iniciativa.
- Dejarse ver públicamente ostentando la diadema y la púrpura, símbolos distintivos de la dignidad imperial.
Estrictamente, los dos hermanos no pueden ser tenidos como usurpadores ya que en ningún momento encontramos en las fuentes referencias a que portasen las insignias imperiales ni que intentaran gobernar Hispania contra la potestad de Honorio. Por el contrario, tanto Zósimo como Sozomeno afirman que en un primer momento los hermanos opusieron al usurpador un ejército de tropas acantonadas en la provincia Lusitania y que, derrotadas estas por su inferioridad, reclutaron un ejército de campesinos y esclavos de sus propias tierras a los que armaron con sus propios recursos y que opusieron al usurpador Constantino, poniéndolo en apuros. ¿Qué tropas eran esas que estaban acantonadas en la Lusitania entonces?

Siguiendo la Notitia Dignitatum, documento oficial de finales del siglo IV de carácter militar, las tropas que restaban en Hispania eran una legión acantonada en Legio (León) y cinco cohortes establecidas a lo largo de la vía que unía Burdeos con Astorga a través de los Pirineos atlánticos. Teniendo en cuenta que la mayoría de estas tropas habrían sido evacuadas para combatir en Italia ante el peligro de las invasiones y que hacía mucho tiempo que el ejército no recibía las reposiciones que eran pertinentes, Dídimo y Veriniano dirigirían unas tropas ciertamente escasas y residuales; una escasez que los obligaría a reforzarlas después con sus propias tropas privadas. Es cierto entonces que los hermanos aglutinaron con su influencia los restos del ejército regular romano y lo mandaron a combatir, por tanto, cumplieron uno de los elementos necesarios para incurrir en tiranía.
Cuando Zósimo nos relata que Constantino decidió enviar a su hijo Constante a la Península lo hizo con dos objetivos:
- Dominar los territorios peninsulares.
- Exterminar a los parientes de Honorio para terminar así con posibles pretendientes de la dinastía Teodosiana además de para evitar que dirigieran su ejército atravesando los Pirineos y lo cercaran al tiempo que Honorio atacaba desde Italia.
Por tanto, queda claro que los hermanos eran dos nobles hispanos que pertenecían a la élite nobiliaria imperial y por ello conocidos a nivel internacional. De acuerdo con Zósimo, la potestad militar y política de los hermanos era ya previa a la llegada de las tropas de Constantino a Hispania. No surgieron pues como dos héroes acuciados por las circunstancias, sino que eran dos terratenientes nobles con muchas posesiones, ingresos y siervos.
Una vez Constante estuvo en la Península mandó apresar a los hermanos y traerlos vivos ante él para mantenerlos encadenarlos y llevarlos después a Tréveris; donde fueron ejecutados por orden de su padre. Corría el año 408 y los nobles hispanos tenían aún la suficiente fuerza para tener que ser sometidos tras dos batallas y el envío de refuerzos desde la Galia.
La defensa ante los bárbaros.
Sin duda estamos hablando de las tribus de suevos, vándalos y alanos que pululaban ya por el Sur de la Galia, suponiendo un serio peligro para la Península Ibérica por encontrarla atractiva en recursos y en riquezas. Una vez los hermanos fueron apresados, Constante dejó a su general, Geroncio, como guardián de los pasos pirenaicos para evitar que los bárbaros traspasasen ese limes mientras él iba al encuentro de su padre para entregar a los presos. De aquí deviene la sublevación de este general contra Constante debido al nombramiento de otro general por parte de Constantino.
Esa sublevación provocó que Geroncio reclutara contra Constante a las tribus que deambulaban por la Galia y que, en último término, las dejara pasar a la Península debido al éxito militar que obtuvo gracias a ellas. Comenzaban así las invasiones del año 409 y era ya demasiado tarde cuando Constantino y su hijo fueran muertos por las tropas de Honorio y Geroncio obligado a suicidarse en Hispania. El daño estaba hecho y la Península era ya el escenario de operaciones de multitud de bárbaros que, poco después, estarían en el punto de mira de los visigodos, federados de nuevo con Honorio.
En conclusión, mientras que Arturo emergió de las brumas de la oscuridad que envolvieron la caída de Roma en Britania para salvar la isla de los “malvados” sajones; los hermanos hispanos emergieron como defensores de Hispania, siendo derrotados y apresados por un usurpador del poder romano. Tres héroes de diversa procedencia, o al menos figuras reseñables de distintos períodos, pero que sin duda son dignos de estudio y de ser tenidos en cuenta. Hispania también tuvo su mito artúrico particular.
Bibliografía:
ESCRIBANO PAÑO, Mª V.: “Usurpación y defensa de las Hispanias: Dídimo y Veriniano (408)” en Gerión. Revista de Historia Antigua, Universidad Complutense de Madrid, Vol. 18, pp. 509-534, Madrid, 2000.
RYAN, M.: “Los orígenes de Arturo”, en El rey Arturo. Desperta Ferro, Antigua y Medieval, pp. 14-20, 2016.
SANZ SERRANO, R: Historia de los godos. Una epopeya histórica de Escandinavia a Toledo, Madrid, 2009.
Imagen 1: http://goo.gl/LQ7PDO
Imagen 2: http://goo.gl/5dD23h
Imagen 3: http://goo.gl/SoOLfb
¡Hola! Me sorprende que no consideres a Dídimo y Veriniano como usurpadores y utilices el artículo de una de las poquísimas historiadoras que sí lo hacen. Un saludo.
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¡Hola Javier! Gracias por pasarte 🙂 La razón de no considerarlos usurpadores responde a que son familiares directos del emperador que utilizan los recursos a su alcance para evitar que Constantino III, que sí es usurpador, y Geroncio, su mano derecha, logren el poder.
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Yo no creo que en el siglo V haya ningún personaje histórico en Hispania que pueda compararse con Arturo: las circunstancias eran muy distintas.Pero si tuviera que elegir uno sería el comes Censorio, el hombre de Aecio en Hispania.
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Es otro ejemplo de personaje importante en este siglo, estoy de acuerdo 🙂
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This is a greatt post thanks
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