Adrianópolis. El equilibrio de poder entre Roma y los godos.

En esta entrada desgranaremos la batalla de Adrianópolis con fuentes y con apreciaciones acertadas acerca del desarrollo y consecuencias de la batalla. Veremos cómo Valente sucumbió en persona ante la nueva realidad que se gestaba en Europa: la del protagonismo de los bárbaros frente a la hegemonía romana.

Decisiones funestas.

Según hemos ido viendo, los godos tervingios no eran un grupo homogéneo liderado por un jefe claro, sino que eran multitud de pueblos y etnias liderados por un cabecilla que, en ocasiones, ganaba cierto protagonismo. Como podemos ver, Fritigerno fue quien destacó entre los demás dirigentes godos, pero no era el único que se desplazaba y combatía en los Balcanes. Así que nos encontramos ante una caótica contienda en la que participaron numerosos combatientes que no tenían una jefatura clara o suprema. Ese maremágnum de bandas y guerreros jugó a favor de los bárbaros, ya que impedía a los romanos acudir a un único punto a combatir.

Imagen 1. Sólido del augusto Graciano. Fuente: biddr.com

Mientras tanto, Graciano, el augusto occidental, acudía en persona a ayudar a Valente como una especie de salvador victorioso, ya que sus tropas habían derrotado a los alamanes y también habían acabado con una partida de guerra de jinetes alanos en su camino hacia Constantinopla. Valente, por tanto, se mostraba impaciente por poder lograr una victoria decisiva que le permitiera afianzar su poder y su fama respecto a su colega occidental. Es por eso por lo que cuando su comandante Víctor logró significativas victorias sobre algunas bandas de saqueadores godos y otro de sus generales, Sebastiano, logró otras tantas victorias contra unos seguidores de Fritigerno, Valente se convenció a sí mismo de que podía enfrentarse a los tervingios sin ayuda de nadie más, una decisión funesta porque Fritigerno, asustado por los acontecimientos, comenzó a reunir a sus dispersas bandas y a acercarse a los grupos de greutungos que también pululaban por la región dirigidos por Sáfrax y Alateo.

Imagen 2. Sólido del augusto Valente. Fuente: wikimedia.org

Desoyendo a todos, incluso a sus comandantes y a Graciano, que le pedían encarecidamente que esperara, Valente avanzó a Adrianópolis con un ejército no inferior a 40.000 soldados. La marcha del ejército romano hacia el campamento de Fritigerno se hizo bajo un sol de justicia de principios de agosto, y allí formaron. El godo llevaba varios días tratando de negociar y de retrasar a Valente para que a sus bandas les diera tiempo de regresar y, contra todo lo que cabría esperarse de un emperador capaz, Valente se dejó enredar por Fritigerno.

El emperador tenía dos opciones igualmente válidas: podía atacar de inmediato a Fritigerno y aplastarlo con su superioridad numérica y táctica, o bien fortificar una posición para que sus hombres comieran y descansaran; pero Valente no hizo ni una cosa ni otra, dejando que sus hombres formaran bajo el sol que abrasaba sus cuerpos y haciéndoles padecer de hambre y de sed y dejando también que Fritigerno se fortaleciese cada vez más con cada grupo de guerreros que regresaba.

El inicio y el desarrollo de la batalla.

Valente no pudo retener a sus tropas y estas se lanzaron al ataque hartas de esperar y llenas de miedo y estrés. El ala derecha de la caballería romana protegía el despliegue de la infantería, pero el ala izquierda se había retrasado por la congestión de los caminos llenos de transporte de víveres y aún se encontraba muy por detrás de su lugar en la batalla, haciendo peligrar mucho el flanco izquierdo de la infantería. Pronto la infantería ligera romana y los arqueros fueron rechazados por los godos que resistían tras sus carros dispuestos en círculo sobre la colina, pero eso no tenía por qué ser algo irremediable.

Imagen 3. Ilustración que recrea la batalla de Adrianópolis y que refleja la intensidad y la tensión del momento. Ilustración de Radu Oltean recogida en «Adrianópolis» de Desperta Ferro Ediciones. Fuente: flickr.com

Lo que sí sucedió a continuación sería lo que decantase la batalla, porque coincidió con la llegada de los greutungos de Sáfrax y Alateo a la llamada de Fritigerno. Viendo el flanco izquierdo desprotegido, los greutungos cargaron de manera devastadora contra las legiones, desatando una matanza y un caos increíbles a los que pronto se sumaron las tropas de Fritigerno, abandonando sus posiciones en la colina.

La batalla fue convirtiéndose en un infierno. El calor, el polvo y el humo impedían a los soldados ubicarse bien en el campo de batalla, mientras que los godos tenían muy visible el campamento de carros. Aun con todo, las legiones resistieron de manera hercúlea.

Amiano Marcelino nos cuenta cómo al final los romanos rompieron filas, sucumbiendo al pánico que a tantos ejércitos había derrotado. Los caminos de Adrianópolis se llenaron de miles de hombres que huían y buscaban refugio tras sus murallas. Valente no sobrevivió al enfrentamiento, pues quedó aislado en un refugio aislado que pronto fue rodeado y quemado por los bárbaros, poniendo fin a su historia en este lugar.

El análisis del conflicto.

La caballería germánica desempeñó un indudable papel en la batalla al caer sobre el desprotegido flanco romano, pero no podemos caer en el tópico de pensar que fue esto lo que decantó la batalla, pues muchos de estos jinetes desmontaron y lucharon a pie tras el choque inicial, tal y como era costumbre en los pueblos germánicos. En segundo lugar, la infantería germánica también jugó un papel fundamental al resistir los envites de la infantería ligera romana y de las legiones.

Imagen 4. Reconstrucción del escenario del conflicto de Adrianópolis en fases. Fuente: wikimedia.org.

Pero hay algo que también hay que afirmar, y es que en esta batalla se demostró que las tropas romanas eran más disciplinadas y estaban mejor armadas que las bárbaras, y Amiano Marcelino resalta una y otra vez el valor de los romanos y la férrea determinación al combatir. Pero entonces, si los romanos aguantaron sus posiciones combatiendo durante horas, ¿por qué perdieron? Podemos afirmar que la causa fundamental la hallamos en la mala información y en el liderazgo pésimo que sufrieron. Analicemos por qué.

¿Qué pasó con las cifras? Los exploradores romanos no supieron evaluar correctamente la fuerza enemiga, pues estimaron en “algo más de 10.000 guerreros” las fuerzas de Fritigerno y así se lo hicieron saber a Valente. Pero a la hora de la verdad, en Adrianópolis, a esos 10.000 combatientes se les sumaron los greutungos y otras bandas, por lo que la cifra ascendió a cerca de 35.000 efectivos, triplicando ampliamente las cifras que Valente había barajado. Además, a este error se sumó otro de graves consecuencias, pues los exploradores romanos no supieron ubicar correctamente a las fuerzas enemigas. Valente y sus comandantes estaban seguros de que todos ellos estaban concentrados en el campamento de carros, y en realidad no era así en absoluto, pues muchas de las fuerzas de Fritigerno estaban dispersas por el campo a unas millas de allí y acudieron a la batalla en el momento exacto.

¿Y en cuanto al mando? Valente tomó pésimas decisiones, haciéndolo todo mal. En primer lugar, porque obvió cualquier consejo de índole estratégica que sus comandantes le proporcionaban, poniendo por encima su interés en obtener gloria y fama. Si hubiera esperado a Graciano, el resultado de esta batalla habría sido muy diferente. En segundo lugar, Valente no aprovechó la ventaja inicial de la sorpresa y no desplegó acertadamente a sus tropas para doblegar al enemigo.

Las consecuencias de Adrianópolis.

La batalla que nos ocupa no fue la batalla de un Imperio que era decadente y que estaba condenado a la desaparición, pues la prueba de ello es que el Imperio de oriente resistió durante mil años más. Pero esta batalla sí que marcó el inicio de una nueva fase en la relación entre romanos y bárbaros y, por supuesto, fue el inicio de la génesis de los visigodos.

No olvidemos que la formación de “pueblos” en este período está muy ligada a la aparición de líderes carismáticos y guerreros capaces de lograr triunfos que aportaran prestigio y bienestar a sus huestes. Ese prestigio hacía que el individuo en cuestión comenzara a identificarse con algo nuevo, como partícipe o incluso fundador de una nueva identidad que aglutinaba elementos a menudo muy dispares. Es por ello por lo que no sería Fritigerno quien iniciaría este nuevo caminar del pueblo godo, sino otro personaje que ha pasado a la Historia con gran trascendencia por sus gestas dirigiendo a los visigodos en su migración hacia Occidente, Alarico.

Bibliografía:

Imagen destacada extraída de despertaferro-ediciones.com, concretamente del evento de recreación tardoantigua de Saint-Romain en 2010.

Jiménez Garnica, Ana Mª. (2010): Nuevas gentes, nuevo Imperio: los godos y Occidente en el siglo V, Editorial UNED, Madrid.

Sanz Serrano, R. (2009): Historia de los godos, una epopeya histórica de Escandinavia a Toledo, La Esfera de los Libros, Madrid.

Soto Chica, J. (2020): Los visigodos. Hijos de un dios furioso, Desperta Ferro Ediciones, Madrid.

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