En la entrada anterior pudimos comprobar como Wamba, a pesar de sus reticencias a la hora de aceptar el poder, hizo un buen trabajo al frente del reino de Toledo. Su campaña contra el rebelde Paulo y su férrea legislación y oposición al poder de la nobleza recordaban tiempos ya casi olvidados desde que Chindasvinto pusiera a la Iglesia y a los nobles en su lugar. Quizá fue este hecho lo que propició su envenenamiento y “destierro” a un monasterio para acabar sus días sumido en la desgracia. Hoy veremos cómo sus sucesores dieron al traste con todo ello doblegando la monarquía a los intereses de la nobleza y propiciando la inevitable caída del reino ante el poder oriental.
Ervigio. La sumisión de la Corona.
Ervigio fue coronado el día 21 de Octubre de 681 en Toledo mientras el viejo Wamba languidecía ya en el monasterio de Pampliega (Burgos), donde murió el 4 de noviembre de 683. Es el primer rey godo para cuyo reinado un cronista considera importante citar la gran hambruna que existía en Hispania; y es que es significativo que para la fecha se conocen diversas pulsaciones de peste derivadas de la depredación de las cosechas por las plagas de langosta. Sea como fuere, del ámbito social y económico escribiremos más adelante.
Algo temería el bueno –o no tanto– de Ervigio cuando reunió de forma inmediata el XII Concilio de Toledo para legitimar su ascenso al trono ante los obispos. Éstos aclararon “las circunstancias” de la caída de Wamba y liberaron al pueblo del juramento de fidelidad al viejo rey para que pudieran jurar al nuevo como gobernante legítimo. Cabe destacar aquí el embarazoso chascarrillo que el obispo Gaudentius de la ciudad conquense de Valeria planteó al Concilio a través de su delegado. Gaudentius afirmó que él había caído gravemente enfermo y que por ello se había sometido a las normas de la penitencia, ¿Le era pues, lícito, volver a desempeñar su labor como obispo tras haberse recuperado? El lector comprenderá por quién iba dirigida la pregunta y lo divertido que habría sido presenciar aquella cuestión. Los obispos ensombrecieron su rostro y le dieron una larga respuesta a tan inoportuna cuestión, alegando que, por supuesto, él podría volver a desempeñar su cargo ya que la penitencia estaba destinada a alejar al hombre del pecado y del tumulto de los asuntos del mundo, pero no privaba a un hombre de su derecho divino. La misma cuestión fue resuelta para un obispo y para un rey impopular como Wamba; para uno no había ningún problema y al otro le costó el reino.
Imagen 1. Pintura de Ervigio, rey de los godos (680-687 d.C). Pintura realizada por Ramón Cortés en 1853 ubicada en el museo del Prado, Madrid. Fuente: museodelprado.es
Debemos entender el reinado de Ervigio como un paseo para la nobleza laica y eclesiástica. Hizo grandes concesiones a toda la nobleza y revisó el código de Recesvinto para allanar aún más el terreno de estos nobles, ya dice el refrán que “quien teme, algo debe”. Lo único que hizo para afianzar su posición fue mantener en vigor la ley militar de Wamba, pero incluso amnistió a aquellos a los que “la aviesa conspiración de Paulo había llevado a la traición contra su raza y su país”.
Fue uno de los reyes más fanáticos respecto a los judíos y convirtió en obligatorio el bautismo para ellos y llegó a imponerles incluso vigilancia cuando viajaran, teniendo que ir a ver al obispo de la ciudad de destino inmediatamente cuando terminaran su viaje para que éste vigilase que no celebrasen el Sábado ni otras fiestas judías. A pesar de todo su fanatismo abolió la pena de muerte para los judíos, pero todas sus leyes, como las otrora publicadas, se caracterizaron por su fragilidad y nadie las cumplió. De todas formas, su revisión del código de Recesvinto fue una obra brillante. Él y sus leguleyos revisaron el código línea por línea para omitir algunas leyes, promulgar otras y aclarar algunas que eran demasiado oscuras; fue una labor titánica.
A cambio de toda esa sumisión, Ervigio sólo recibió el flaco favor de ser aceptado como gobernante. Este rey es, a nuestra opinión, el primer ejemplo de la debacle de la monarquía central en favor de la nobleza territorial y descentralizada comenzando a darse un proceso de protofeudalización que echaba a andar en este momento.
Ervigio enfermó mortalmente en noviembre de 687 y designó como sucesor a Egica, su yerno. El 15 de noviembre tomó la penitencia y permitió a todos los nobles que lo abandonasen, si bien no sabemos dónde se encontraba, y se fueran a Toledo con Egica.
Egica. La revancha al servicio del poder.
El ladino Egica era más listo que el hambre. Todos sabemos que durante mucho tiempo los reyes habían intentado mediante los Concilios proteger sus bienes y sus familias de agresiones de futuros monarcas. Pues bien, antes de morir Ervigio, Egica tuvo que prometer no denegar la justicia al pueblo; pero en cuanto llegó al trono convocó un Concilio general en Toledo y declaró que cómo podría hacer aquello sin perjudicar a los hijos de su antecesor ya que tanto mal y perversión había ejercitado él contra el pueblo y pidió a los obispos “humildemente”, que lo liberaran de uno de los dos juramentos: o no dañar a los hijos de Ervigio o no dañar al pueblo a fin de cuentas. Los obispos le complacieron hasta el punto de decretar que el bien común era más importante que el de una sola familia, pero también le dijeron que velase por el bienestar de los descendientes de su antecesor.
Imagen 2. Egica, rey godo (687-702 d.C.). Pintura realizada por Carlos María Esquivel y Rivas, ubicada en el museo del Prado. Fuente: museodelprado.es
Ahogándose en su propia bilis por no poder perjudicar a los descendientes de su esposa –recordemos que era hija de Ervigio–, Egica convocó un Concilio provincial en Zaragoza en 691 donde logró que los obispos recluyesen a la reina Liuvigoto en un convento. Egica logró su objetivo y, de hecho gozó de tan buena fama que el autor de la crónica mozárabe de 754 recalcó que “persiguió a los godos con amargas muertes”. Tan buena fama tenía que en 693 ya había una conspiración contra él liderada por el mismísimo metropolitano de Toledo, sucesor de Julián de Toledo y de nombre Sisberto.
La rebelión fracasó y se trató en el XVI Concilio de Toledo de 693. Allí Egica condenó a los que habían traicionado su confianza y los obispos secularizaron al metropolitano para excomulgarlo después.
Egica revisó la revisión, valga la redundancia, que Ervigio hizo al código de Recesvinto y reformó una ley al respecto de la prohibición de mutilar a los esclavos, volviéndolo a permitir, algo que nos da buena cuenta de su personalidad. A pesar de que intentó atacar a la nobleza, fue un intento inútil. Este rey fue mucho más allá en su persecución de los judíos y, lejos de intentar abolir el judaísmo, lo que hizo fue intentar por todos los medios que éstos se ganasen la vida imponiendo grandes multas, azotes y confiscaciones al respecto de un montón de cuestiones para obligarlos a convertirse.
No contento con ello, lo primero que hizo el rey en el XVII Concilio de Toledo fue inventarse que sabía de buena tinta que los judíos habían conspirado con otros hermanos de ultramar para buscar la invasión y la ruina de la madre patria. Los obispos quedaron escandalizados y decretaron que todo judío sería desposeído de sus bienes y toda su familia reducida a la esclavitud. Nunca podrían obtener la libertad y nunca podrían volver a practicar su religión. Sabemos que en algunas provincias este decreto se cumplió con rigurosidad y las víctimas se vieron atormentadas hasta 711, todos sabemos la razón. En pago por “salvar” a la Iglesia Católica, los obispos declararon anatema contra cualquiera que injuriase a la familia de Egica tras su muerte pero no sabemos por qué el rey aceptó tal pago, ya que él mismo era la prueba viviente de lo inútil que era eso pues había hecho caer en desgracia a los hijos de Ervigio sin mayores problemas.
Finalmente, Egica asoció al trono a su hijo Witiza en noviembre del año 700, muriendo dos años después de forma natural y quedando el hijo como único gobernante. En este momento los musulmanes ya dominaban Cartago.
Imagen 3. Expansión del Islam a lo largo de la Edad Media. En nuestro caso, durante el reinado de Egica y Witiza en el siglo VII, el Islam tendría ya Túnez y África occidental bajo su control. Fuente: rlt77.blogspot.com
Bibliografía:
ISLA FREZ, A.: Ejército, sociedad y política en la Península Ibérica entre los siglos VII y XI, Madrid, 2010.
SANZ SERRANO, R: Historia de los godos. Una epopeya histórica de Escandinavia a Toledo, Madrid, 2009.
THOMPSON, E.A.: Los godos en España, Madrid, 2014.