Si algo podemos destacar del reinado de Wamba, es que es el único para el que contamos con información detallada acerca de una campaña militar; en este caso contra un rebelde afincado entre la Tarraconense y la Narbonense. Ello nos puede dar una ligera idea del modus operandi visigodo en materia de guerra o al menos unas pinceladas acerca de cómo pensaban los reyes en este aspecto. La rebelión de Paulo en 673 nos muestra una valiosa información militar que no habíamos podido contemplar desde que en 522 Procopio terminase su Historia.
Las fuentes que tenemos son concretamente tres: Los hechos narrados por Julián de Toledo, que fue metropolitano de la capital desde 680 a 690 y en cuya obra incluye al final una recopilación de insultos hacia la provincia gala como si fuera una mujer pecaminosa y llena de vicios, una obra titulada Iudicium in tytannorum perfidia promulgatum seguramente de un autor familiarizado con el derecho y cercano a los acontecimientos en Nîmes y que incluye un sumario breve de los acontecimientos más preciso incluso que la narración de Julián, y por último tenemos una carta escrita por el propio rebelde Paulo a Wamba, provocándole para luchar en campo abierto.
Wamba.
El mismo día de la muerte de Recesvinto, el 1 de septiembre de 672, Wamba fue elegido rey por los magnates del reino. Wamba rechazó la responsabilidad alegando su avanzada edad y su incapacidad para hacer frente a los desastres del reino, pero aceptó cuando uno de los magnates amenazó con matarlo si no aceptaba ser rey. Coronado y ungido en Toledo por el metropolitano, marchó a Cantabria de campaña cuando fue informado, ya en 673, de la rebelión en la Narbonense del comes de Nîmes, Ilderico. La rebelión parecía poco importante pues los rebeldes sólo controlaban la mitad Este de la provincia y ni siquiera la ciudad de Narbona se unió a la secesión. El rey designó al duque Paulo para que fuera a sofocar la revuelta con la mala suerte de que éste se unió a los sublevados.
Imagen 1. Wamba renunciando a la corona que le obligaron a aceptar los magnates godos. Pintura de Juan Antonio Ribera y Fernández realizada hacia 1819 y ubicada en el museo del Prado, Madrid. Fuente: museodelprado.es
El rey fue avisado por el obispo de Narbona pero era demasiado tarde, Paulo entró en la ciudad sin resistencia y allí se proclamó rey con la corona que hacía ya casi un siglo Recaredo donó a Gerona. Ilderico y sus secuaces se unieron a Paulo y Wamba perdió, ipso facto, toda la Narbonense y gran parte de la Tarraconense.
Las noticias de la sublevación.
Imagen 2. Ducado de Vasconia unificado por el dux Félix en 660. La línea negra indicaría los movimientos de Wamba en su camino a la Narbonense para derrotar al sublevado dux Paulo. Fuente: aunamendi.eusko-ikaskuntza.eus
Espero que el lector recuerde todos los anatemas y las condenas que previamente los reyes y los obispos habían lanzado en sucesivos concilios contra usurpadores, traidores y gentes que buscaban apoyos en el exterior para amenazar el reino. Pues bien, lo primero que hizo Paulo fue sobornar a vascones y francos para que se unieran a su causa.
Wamba habló seriamente con sus lugartenientes y tomó la decisión de avanzar a por Paulo sin más dilación. Marchó hacia Barcelona y, como si de un cuchillo caliente que corta la mantequilla se tratara, rindió Huesca y Calahorra casi sin resistencia capturando a los jefes rebeldes locales. Marchó a Gerona y la rindió rápidamente también. Aquí descubrió una carta dirigida por Paulo al obispo de la ciudad en que se indicaban claramente los objetivos de los rebeldes de tomar Hispania y destronarlo a él. El rey dividió sus fuerzas en tres ejércitos:
- El primero debía remontar el valle del Segre, atravesar la Cerdaña y penetrar en la Septimania por el valle del río Tet.
- El segundo debería marchar hacia el norte por Vich, descender por el valle del río Tech hasta Ceret y allí reunirse con el rey.
- El tercero, donde iría Wamba, marcharía por la calzada romana de la costa.
Paulo desafió al rey a pelear cuando éste dio un par de días de descanso a sus tropas en los Pirineos. El lugar de la lucha sería Clausurae, no muy lejos de Perpignan. El rey accedió y su columna avanzó al lugar indicado. Allí capturó al gobernador rebelde de la Tarraconense y a un gardingo, que estaban al frente de la defensa. Un ejército de francos traídos para la defensa, se dio a la fuga. Parecía que la suerte había fallado a Paulo en su desafío. Wamba y sus columnas de hombres siguieron avanzando hacia Narbona capturando prisioneros y grandes botines.
El objetivo: Narbona.
Paulo, enterado del avance del rey huyó a refugiarse en Nîmes, pero dejó un poderoso ejército afincado en Narbona para defenderla al mando de un tal Witimiro. El rebelde rechazó la propuesta de rendición y la ciudad fue asediada durante tres horas hasta que Wamba logró entrar en la ciudad. El rebelde, presa de la desesperación y la demencia ante una muerte segura se refugió, espada en mano, en la iglesia de Santa María y se dispuso a morir a espadazos tras el altar, pero cuando uno de los soldados de Wamba agarró un madero para desnucarlo el rebelde se echó de rodillas al suelo, temblando y llorando. Wamba lo mandó encadenar y azotar, junto a todos sus partidarios.
Las noticias del avance real hicieron que Béziers, Agde y Maguelonne cayeran en manos de Wamba sin mucho más que añadir.
Nîmes, el último reducto.
Imagen 3. Foto aérea de Nimes, Francia, el objetivo de Wamba para derrotar al rebelde Paulo. Fuente: tourtravelandmore.com
Wamba se presentó en Nîmes el 31 de Agosto de 673. Como los defensores sólo vieron su columna de hombres pensaron en salir y luchar pero finalmente se quedaron dentro. El asedio fue un fracaso por la dureza de los defensores y el agotamiento de los sitiadores. El rey, quizá temiendo que los francos llegasen de un momento a otro, mandó al duque Wandemiro a que avanzara en su auxilio y esto supuso un gran respiro para el agotado Wamba y su columna. El asedio se reanudó hasta que por la fuerza lograron prender fuego a las puertas de la ciudad y entraron en tropel.
Dentro de la ciudad los rebeldes se enrocaron en el anfiteatro, con la mala suerte de que los ciudadanos de Nîmes, sintiéndose engañados, comenzaron a matarlos a todos en un violento conflicto. Paulo se despojó de sus vestiduras reales sabiendo que ya lo tenía todo perdido.
El 2 de Septiembre Wamba se acercó a la ciudad y se entrevistó con su obispo para negociar. Se comprometió a no derramar sangre pero se negó rotundamente a perdonar a los sublevados. Los rebeldes fueron decalvados y los prisioneros devueltos, Wamba reparó los daños de las ciudades debido a los asedios y regresó a Toledo con Paulo como trofeo.
Como comentábamos al inicio de la entrada, la hostilidad goda hacia los francos y los galos está constatada en varios documentos. Los galos de la Narbonense solían decir que los godos eran más débiles que las mujeres galas; pero Wamba les hizo ver que ellos vivían en un rincón del mundo mientras que los godos gobernaban toda la Península. No sólo eso sino que se jactó de que los godos tomaban enseguida las armas para defenderlos sin importarles perder la vida por ello y todo lo que recibían a cambio era desprecio y traición.
El rey promulgó una severa ley militar que obligaba incluso al clero a tomar las armas en defensa del país si era necesario. Embelleció Toledo con hermosas obras que remarcó en epigrafía y en 675 convocó un concilio en Toledo y otro en Braga.
Las causas por las que el reinado de Wamba finalizó son muy de novela. En 680, sintiéndose el rey muy enfermo, mandó que se le vistiera con hábitos monásticos y que se le tonsurase para así entrar limpio de pecados en el cielo. Recibió la extremaunción y… se curó. Sin saber muy bien por qué, la salud del otrora rey empezó a mejorar vertiginosamente, pero, como había sido tonsurado y dado a los hábitos monásticos no podía ya retomar el reino. Antes de creerse morir había nombrado como heredero a Ervigio, y éste tomó las riendas del reino muy felizmente, siendo él seguramente el que envenenase a Wamba con un resultado inesperado pero igualmente válido. Así acaba la historia de uno de los mejores reyes del último período del reino visigodo de Toledo.
Bibliografía:
ISLA FREZ, A.: Ejército, sociedad y política en la Península Ibérica entre los siglos VII y XI, Madrid, 2010.
SANZ SERRANO, R: Historia de los godos. Una epopeya histórica de Escandinavia a Toledo, Madrid, 2009.
THOMPSON, E.A.: Los godos en España, Madrid, 2014.