El mundo funerario “visigodo” o altomedieval

En la última entrada hicimos un recorrido por la relación comercial que la Hispania visigoda mantuvo ya como ente independiente con el resto del Mediterráneo. Hoy exploraremos un aspecto que puede finalizar con nuestro recorrido por los rasgos generales de la sociedad visigoda con todos sus entresijos correspondientes. Puede que a partir de hoy descubramos cosas más específicas y más prolongadas en el tiempo –no cada fin de semana–, o incluso podamos dar el salto a estudiar otros pueblos coetáneos como el suevo o el bizantino peninsular. Pero de momento… ¡Bienvenidos a Hispania!

Desde hace un tiempo a esta parte el estudio del mundo funerario ha experimentado un verdadero aumento exponencial tanto en estudios como en profesionales dedicados a dicho ámbito. Tal es así que se ha acuñado la “arqueología de la muerte” para referirse al estudio de este fenómeno; un fenómeno fundamental para comprender los aspectos sociales de las sociedades que enterraban a sus muertos. Siguiendo la explicación de Alfonso Vigil-Escalera Guirado[1] creemos muy acertado desmontar el concepto “necrópolis visigodas” para desgranarlo en tres tipos de necrópolis más identificativas en el tiempo; como son las necrópolis postimperiales, las propiamente consideradas como visigodas y las hispanovisigodas. Todas ellas cubren un arco cronológico que va de los siglos V al IX d.C., cubriendo así nuestro período de estudio y que, a pesar de parecer necrópolis distintas, el lector debe interpretarlas como un conjunto, ya que muchas veces se encuentran juntas o una evoluciona en la siguiente.

  • Las necrópolis postimperiales se caracterizan por presentar inhumación en fosa simple o en cista, siempre de carácter individual. Su orientación suele ser Norte-Sur o Este-Oeste, y el uso de ataúdes con abundantes clavos es muy superior al de épocas posteriores. El ajuar es igual de relevante en número, ya que suele estar presente en una media del 50-75% de las sepulturas, incluidas las infantiles, un ajuar que suele consistir en elementos de vajilla –bien de cerámica, de bronce o de plata dependiendo del estatus del difunto– y adornos personales como anillos, collares, pendientes, pulseras o agujas para el pelo.

Estableciendo una jerarquía, las sepulturas de personajes con un elevado rango social incluirían elementos de adorno en oro o la mencionada vajilla de metales preciosos, así como la espada larga en el caso de varones. Justo después encontraríamos a individuos inhumados con piezas como el cuchillo corto, lanza o hacha, y con hebillas de cinturón. El común de la población contaría con un ajuar cerámico o de vidrio así como fíbulas, zapatos con suela tachonada… Finalmente encontramos enterramientos mucho más humildes que no presentan ningún tipo de ajuar. Este tipo de necrópolis se distribuye por gran parte de la Península, desde el Norte hasta la submeseta sur.

Estas necrópolis se encuentran asociadas a tipos de asentamiento fortificados de altura, antiguas villae o a establecimientos rurales. Estudiando el tipo de material de los ajuares puede afirmarse que las necrópolis denominadas postimperiales se corresponden a la primera mitad del siglo V, y si bien perduran hasta el siglo VI, es ya perdiendo gran parte de sus rasgos definitorios.

  • Las necrópolis denominadas visigodas se han caracterizado por la aparición en los ajuares de elementos característicos de la moda danubiana en tumbas generalmente femeninas. Las principales diferencias con las anteriores estriban en la deposición de los cuerpos en una orientación fundamentalmente de Este-Oeste con la cabeza al Oeste y la escasa presencia de clavos en los ataúdes, siendo el ensamblado de la madera la técnica más habitual. No suele haber ningún arma en los ajuares y si aparece algún cuchillo en nada difiere de los utilizados en el ámbito doméstico; mientras que en las anteriores los cuchillos solían ser de un tipo específico, curvos, utilizados para los enterramientos. La pervivencia de este tipo de necrópolis puede alargarse hasta el siglo VIII, a pesar de que desde el siglo VII pierden los elementos identificativos de esa moda danubiana a la que hacíamos mención.
  • Las necrópolis hispanovisigodas se caracterizarían únicamente por la ausencia de esos elementos de la moda danubiana ya desde el comienzo de la andadura de la necrópolis.

Tal y como decíamos al principio, la relación entre los tres tipos de necrópolis es fundamental e indiscutible en el tiempo y en el espacio.

Imagen 1. Necrópolis excavada en la roca de Revenga, Burgos. Fuente: turismoburgos.org

Modos de enterramiento.

En este apartado juega un papel fundamental la forma de organización social del ente poblacional del que estemos hablando. Podríamos así hablar de necrópolis comunitarias, sepulturas aisladas o en pequeños grupos e inhumaciones en estructuras no funerarias. La primera de ellas se corresponde al modelo prototípico de un espacio público y comunitario dedicado al enterramiento de los muertos que usaría toda la comunidad aldeana. La segunda se correspondería más o menos a la primera pero con la salvedad de que la ubicación de los difuntos se corresponde a una ubicación extracementerial. Por último, la tercera modalidad de enterramiento no se corresponde en modo alguno a ritual o a costumbre funeraria como explicaremos más adelante.

Necrópolis comunitarias.

Los cementerios asociados a un asentamiento estable en el tiempo suelen consistir en un número variable de enterramientos pero todos delimitados en un espacio más o menos bien definido. Un buen ejemplo de éstos son los yacimientos de Gózquez o El Pelícano, y en ellos las intersecciones entre fosas suelen ser esporádicas o directamente inexistentes; lo que llevaría aparejado un fenómeno de señalización de las tumbas, aunque esto es más difícil de rastrear arqueológicamente.

La norma nos dice que cada asentamiento dispondría de su propia área cementerial, si bien del dicho al hecho hay un trecho, ya que no es para nada descartable que distintos asentamientos de menor entidad poblacional podrían compartir una misma área cementerial, correspondiéndose ésta al área de un asentamiento principal.

El cementerio de Gózquez es el ejemplo de área delimitada. Tiene forma rectangular, de aproximadamente 54 metros de largo por 51 de ancho sobre una ladera orientada al Este y a 45 metros de distancia de la estructura habitacional más próxima. Las sepulturas siguen un patrón mayoritario de Norte-Sur adaptándose al terreno, y las más monumentales se ubican en la parte más alta de la ladera presentando además un alto nivel de reutilización, mientras que las más humildes están junto a la vaguada inferior, presentando un elevado número de sepulturas infantiles.

Imagen 2. Ejemplo de tumba en cista con lajas de piedra. Fuente: Pinterest.es

Sepulturas aisladas o en pequeños grupos.

Es difícil establecer esta categoría de forma inequívoca, aunque sí parecen responder a este tipo de espacios funerarios las concentraciones de 40 tumbas o menos. Este número es aún más pequeño en los modelos de asentamiento de tipo granja, que, como suelen ser más breves en el tiempo; suelen contar con 4 o 6 sepulturas. No hay apenas diferencias en el modelo constructivo de las sepulturas al respecto de los cementerios aldeanos. Ejemplos de estos enterramientos son Cacera del Valle-Rotonda en Pinto, Fuente de la Mora en Leganés, La Huelga o El Soto en Barajas entre otros.

Este tipo de enterramientos lo encontramos asociado a los de tipo comunitario desde el siglo V hasta el X sin ningún problema. Podría ser que este tipo de enterramientos separados del cementerio comunitario pudiera deberse a algún tipo de exclusión social que afectase a los habitantes de las granjas. Los enterrados ajenos al resto podrían estar por ejemplo fuera de la órbita política local por nacimiento o por las causas que fueren.

Imagen 3. Otro ejemplo de tumba en cista conformada con sillares procedente de Gadir (Cádiz), de cronología púnica. Aunque no es de nuestro período, es un tipo de enterramiento prototípico para la comprensión del lector. Fuente: celtiberia.net

Las estructuras no funerarias.

El rasgo más distintivo de este tipo de enterramiento es la ausencia total de tratamiento o ritual funerario. Suelen ser individuos “arrojados” a estructuras que ya se encontraban ahí de forma precedente como fondos de cabañas, silos, pozos, etc. Su aspecto es un poco de “fosa común”, donde hombres, mujeres y ancianos son arrojados de la misma manera, muchas veces mezclados con animales domésticos como perros, ovejas, cabras, caballos o vacas. Este tipo de enterramiento recorre todo el período y va desde el siglo V hasta el IX. Se desconoce la causa de este tipo de enterramientos, pero la mezcla de humanos y animales puede deberse a que murieron de la misma causa desconocida, ya que se ha descartado la muerte violenta de los individuos así como que fueran reos ajusticiados por el elevado número de infantes en estos enterramientos comunes.

Arquitectura funeraria.

Para finalizar esta entrada, merece la pena tratar cómo se enterraba a los cadáveres dependiendo del estatus social que ostentaran. Así las cosas, los sarcófagos monolíticos de piedra decorada o de plomo, bien decorado o no, serían los correspondientes al escalafón más alto de la sociedad. Les seguirían los enterramientos en cista, esto es, el recubrimiento de la fosa con lajas de piedra para evitar que el cadáver estuviera en contacto con la tierra. Estas cistas estarían recubiertas bien de una losa de piedra a modo de tapadera o bien esta tapadera estaría compuesta por dos o más losas de piedra o madera. Las siguientes serían las fosas recubiertas de mampostería o de obra de ladrillo, siendo mucho más escasas que el resto. En este nivel de opulencia también se encontrarían las famosas sepulturas excavadas en la roca con forma anatómica, típicas en la Meseta. Finalmente contamos con las fosas simples, agujeros realizados en el suelo donde se depositaría el cadáver dentro de un ataúd, si bien éste estaría separado del suelo mediante piedras o algún tipo de elemento, para evitar que el muerto estuviera en contacto con la tierra.

Imagen 4. Elemento característico del ajuar «visigodo», una jarrita de cerámica normalmente tosca y de fabricación local con torno lento o torneta. Tan característica es de este tipo de enterramientos que se la conoce comúnmente como «jarrita visigoda». Fuente: arqueoceramica.blogspot.com

Una mención especial requieren los enterramientos de cámara lateral, consistentes en una fosa rectangular en cuyo fondo se abren una o dos cámaras laterales donde se depositaría el difunto, pudiendo estar la entrada al nicho cerrada con una losa de piedra. Estas tumbas se ubican en una cronología del siglo VIII como muy temprano, en un contexto ya islámico culturalmente hablando y los enterramientos se corresponden ya con un rito funerario igualmente islámico.

Con este somero y rápido repaso al mundo funerario peninsular tardoantiguo se ha querido mostrar el abanico funerario que existe en este período con enterramientos muy distintos entre sí y que en cambio se encuentran en plena convivencia orgánica unos con otros. En el caso de Gózquez o El Pelícano podemos apreciar esa evolución desde la necrópolis puramente visigoda hasta la aparición de estas últimas tumbas de cámara lateral, ya islámicas; conformando todo ello un cementerio “vivo y en desarrollo” desde el siglo V hasta el IX al menos, un mundo funerario que aún merece que se le presten mucha atención y horas de estudio.

Bibliografía:

VIGIL-ESCALERA GUIRADO, A.: “Prácticas y ritos funerarios”, en QUIRÓS CASTILLO, J.A. (ed.): El poblamiento rural de época visigoda en Hispania. Arqueología del campesinado en el interior peninsular, pp. 259-288, Universidad del País Vasco, 2013.

MORÍN DE PABLOS, J., BARROSO CABRERA, R.: “El mundo funerario de época visigoda en la Comunidad de Madrid. El poblamiento y el problema del asentamiento de los visigodos en la Península Ibérica a través del estudio de las necrópolis madrileñas.” En Actas de las Primeras Jornadas de Patrimonio Arqueológico en la Comunidad de Madrid, pp. 183-214, 2005.

[1] VIGIL-ESCALERA GUIRADO, A.: “Prácticas y ritos funerarios”, en QUIRÓS CASTILLO, J.A. (ed.): El poblamiento rural de época visigoda en Hispania. Arqueología del campesinado en el interior peninsular, pp. 259-288, Universidad del País Vasco, 2013.

3 comentarios en “El mundo funerario “visigodo” o altomedieval

  1. Maria

    Denominar Revenga » Prototípica necrópolis tardoantigua de sepulturas excavadas en la roca. Revenga, Burgos.». Es tener un desconocimiento de lo que se está hablando.
    Las imágenes también tienen derecho de autor y no citar correctamente es incurrir en un delito y esa foto que se expone tiene un autor y no es la JCyL.

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