Hemos de comenzar esta nueva etapa en el blog haciendo unas disquisiciones previas para entender el porqué de nuestra labor divulgativa acerca del reino suevo. Cuando empezamos con el reino visigodo porque nos gustaba, sabíamos que la Península Ibérica era un puzzle necesariamente integrado por varias piezas, todas ellas imprescindibles. Ya lo sabíamos antes de empezar, y desde luego lo corroboramos cuando empezamos este proyecto. Debemos entender que lo que se hacía en Bracara Augusta era distinto a lo que se disponía en Toletum, y a su vez, lo que se disponía en estas dos capitales era diametralmente opuesto a lo que se disponía en Cartago Spartaria. Tres agentes fundamentales que acabaron por cristalizar en Hispania pero que fueron muchos más desde principios del siglo V. El reino suevo y el visigodo convivieron en el tiempo, y éste último lo hizo con la provincia bizantina de Levante, conformando así una red de relaciones que no cabe estudiar por separado. Es por ello que ampliamos la labor divulgativa de Romana Insolentia, abarcando a Hispania entera en este fantástico período que es la Antigüedad Tardía. ¡Bienvenidos todos!
Los suevos a través de los cronistas.
Imagen 1. Escena de la serie «Vikingos» de HBO. Esta imagen se correspondería con el concepto de «bárbaro germano» en general y de suevos en particular que tenía la población hispanorromana cuando este pueblo llegó a Hispania. Fuente: mystoryofhistory.wordpress.com
“Su placer era exterminar y aniquilar poblaciones y formar entorno de sí grandes desiertos. Retazos de pieles groseramente curtidas cubrían algunas partes de su cuerpo. Se sustentaban de la caza y de la carne y leche de sus ganados. Toda su religión consistía en sacrificar cada año un hombre en medio de bárbaras ceremonias. Los suevos no dejaron de ser bárbaros por ser cristianos, ni los pueblos experimentaron los efectos de su conversión al cristianismo” (En DIAZ, P., 2013, p.5). Estas características son las que otorgaba Lafuente en su Historia General de España al pueblo suevo por los años 30 del siglo pasado, características que, en muchos casos, se extendieron como la pólvora por las aulas y los círculos más eruditos del país. Una valiosa perla que poco tiene que envidiar a las de Ricardo Ruiz Carnero en su Historia de España de 1942, en las que afirmaba: “El valor real de los estudios históricos es esencialmente educativo, no deben estudiarse todos los hechos que constituyen la Historia, sino solamente aquellos que hayan influido en los destinos de cada país”, y por último y no menos importante: “La influencia germánica en la civilización española fue de poca importancia. El espíritu español repudió, afortunadamente, las instituciones religiosas, políticas y sociales del invasor”. Unos enunciados muy halagüeños para estudiar a los pueblos germánicos en aquellos años, sin duda.
Lo cierto es que los suevos han sido un pueblo difícil de rastrear históricamente hablando. En su contemporaneidad, nadie mostró excesivo interés en esa Gallaecia periférica y aislada del orbe romano, ni tampoco tuvo el reino suevo un desarrollo excepcional como para generar caudales de información. Por lo que sabemos, los monarcas suevos no elaboraron ningún código legal y tampoco tuvieron ningún cronista patriótico como tuvieron los visigodos en la figura de San Isidoro.
Imagen 1. Límites del reino suevo. La línea amarilla sería el límite de la Gallaecia romana y la franja roja la pérdida de dominio del territorio frente a los godos en un primer momento. Fuente: gazeta.gal
Nuestra principal fuente de información proviene de un agraviado obispo de Aquae Flaviae (Chaves), Hidacio, que se vio obligado a truncar su investigación acerca del devenir de la Historia hacia la definitiva Parusía para narrar con impotencia cómo Roma no movía un dedo para librar Gallaecia de ese nuevo inquilino. Cuando nos acercamos a la narración de este cronista, lo primero que contemplamos es que le cuesta asumir la idea de que el futuro ya no está asociado al devenir del Imperio Romano. No es una cuestión baladí, pues a nosotros también nos costaría asumir que la Unión Europea dejase de serlo de repente, por ejemplo, salvando las distancias espaciales y cronológicas.
Mientras que en Orosio vemos un enfoque totalmente diferente que se centra en la concepción de los bárbaros como una sabia nueva que redima a Roma de la corrupción y la decadencia, en Hidacio observamos todo lo contrario e incluso estando ya muy avanzada su narración, pues seguía confiando en una acción definitiva que liquidase a los invasores por parte de los emperadores romanos. Evidentemente, hemos de ver en Hidacio una figura mucho más importante que la de un simple cronista, pues es miembro de la aristocracia gallega y como tal ostenta poder civil y religioso gracias a la deriva política de la aristocracia senatorial, que poco a poco accede a la jerarquía eclesiástica para seguir ostentando poder e influencia. Por tanto, su punto de vista es social, religioso y político. Pero yendo a lo que nos ocupa, el problema que tiene el obispo con los invasores es que los considera naciones “inútiles” o “inicuas” que lo único que han logrado es alterar el orden correcto de las cosas para introducir únicamente caos y discordia en el mundo.
¿Cómo evolucionará la narración de este autor? Pues bien, en un primer momento –en 409–, los suevos para él simplemente formarán parte del contingente de invasores de Hispania. Poco a poco asumirá a regañadientes que son los dueños de Gallaecia, pero siempre como usurpadores y ladrones que se han apropiado de algo que no les corresponde. Finalmente y cuando los visigodos sean aún más expansivos y depredadores que los suevos, reconocerá a estos como un regnum y a los visigodos como un enemigo con el que hay que negociar aunque sin dejar de combatirlo. Así pues, –y sabiendo que probablemente nuestro obispo proferirá alguna maldición allá donde esté–, Hidacio se convirtió sin querer en el cronista del periplo suevo en Hispania, y gracias a él sabemos gran parte de lo que podemos conocer.
Si bien la Chronica de este obispo será nuestra principal fuente documental, también contamos con algunos datos dispersos acerca de los suevos, pero son datos fragmentarios y que no se ocupan del pueblo suevo en Gallaecia, sino de momentos o circunstancias anteriores a su paso por los Pirineos. Así por ejemplo, ni la Chronica Gallica ni Próspero de Aquitania, coetáneo de Hidacio, nos dirán nada que aporte conocimiento de los suevos. Incluso el gran Gregorio de Tours apenas nos dirá nada de este pueblo, si acaso algunos fragmentos relativos a los acontecimientos acaecidos en Hispania antes de la caída de Roma.
Si los cronistas occidentales apenas prestaron atención a este pueblo, nos podemos hacer una idea de los orientales, para los que el occidente romano era algo casi vacuo. A pesar de eso, sí tenemos que decir que podemos contar con algunas referencias de Olympiodoro de Tebas, quien comenzó su narración entre el 406-407 y del que podemos sacar datos acerca de los desórdenes provocados en Hispania, con la salvedad de que él sólo los recopila para comprobar su efecto en la Corte de Rávena. Zósimo nos servirá para captar matices del período, aunque su obra bebe en gran parte de la de Olympiodoro y finalmente Sozomeno, que, igualmente se basa en el mismo autor.
Imagen 2. Orosio representado por Sandro Boticelli. Fuente: wikimedia.org
Un hueco aparte merece Orosio, cuya narración de siete libros de su Historia adversum paganos constituyen un repaso de la Historia de Roma mostrando cómo el paganismo ha sido el causante de los males del Imperio y añadiendo que las invasiones son “el mal necesario” para que el cristianismo se imponga y limpie el Imperio de corrupción y maldad. A pesar de todo y que es la fuente más inmediata a los hechos, el relato de Orosio no es excesivamente original o novedoso respecto a otros autores, siendo quizá el testimonio de su huida a África el más directo y valioso para entender las circunstancias de persecución en inseguridad que se vivían en Hispania a principios del siglo V:
“En un primer momento, me vi frente a frente con los bárbaros a los que no había visto nunca, que los esquivé cuando se dirigían hostiles hacia mí, que los ablandé cuando se apoderaron de mí (…) cuando yo pues cuento todo esto, quiero que todos, al oírme, se conmuevan con lágrimas y me duelo en silencio porque los que me escuchan no lo sienten, reprochando la dureza de aquellos que no creen lo que no tuvieron que sufrir ellos” (En DIAZ, P., 2013, p. 46).
Visto el elenco de cronistas de los que podemos servirnos, está claro que Hidacio habrá de ser nuestro apoyo más firme para conocer documentalmente gran parte del siglo V hispano, pero sobre todo para el período del 430 al 469.
Bibliografía:
- DÍAZ, P.: El reino suevo (411-585), Akal, 2013.
Poco fundamentado me parece este artículo.Le recomendaría al autor que busque sus fuentes entre autores menos ideologicamente comprometidos,es decir,autores francos y árabes, Un saludo.
Me gustaMe gusta
FUENTES FRANCAS::
Primeiras referências documentais ao Reino da Galiza: Gregório de Tours [539 – 594 d.C.]. Histoire des Francs. Livro V. Cap. 41 – Livro VI. Cap. 43 [575 – 584 d.C.] – http://www.thelatinlibrary.com/gregorytours.html – https://goo.gl/MtRGiA
«Miro, rei da Galiza, enviou seus embaixadores ao rei Gontran […] Eurico solicitou renovar o pacto com Leovigildo e fez o mesmo juramento que o seu pai e logrou o Reino da Galiza […] Andica…[…] depois casou coa viuva do seu sogro e obteve o Reino da Galiza”
Texto original em Latim:
“Mirus rex Galliciensis legatos ad Guntchramnum regem dirixit. […] Quo defuncto, filius eius Eurichus Leuvichildi regis amicitias expetiit, dataque, ut pater fecerat, sacramenta, regnum Galliciensim suscepit.[…] Audica, qui sororem illius disponsatam habebat, cum exercitu venit; adpraehensumque clericum facit ac diaconatus sibi praesbiterii ei inponi honorem iobet. Ipse quoque acceptam soceri sui uxorem, Galliciensim regnum obtenuit.”
Me gustaMe gusta