Para estudiar el transcurso de los acontecimientos desde el reinado de Sisenando a Tulga nos tenemos que basar casi exclusivamente en las actas de los concilios de Toledo. Esto se debe a que no tenemos ninguna otra fuente al respecto excepto la del franco Fredegario, que nos aporta rica información acerca de la subida al trono de Sisenando. No obstante nada más podemos tener en cuenta.
Sisenando.
Imagen 1. Sisenando, rey de los godos (631-636 d.C.). Pintura realizada por Bernardino Montañés y Pérez en 1856, ubicada en el museo del Prado, Madrid. Fuente: museodelprado.es
La subida al trono de este rey significó la deposición de Suintila tras una batalla campal entre ambos bandos producida en 631. El rey abdicó y el 26 de Marzo se proclamó a Sisenando como rey. A pesar de esto Suintila siguió viviendo en Hispania hasta que en 633 fue desterrado junto a su familia y sus bienes confiscados para el tesoro real.
Poca información más se puede dar al lector acerca del reinado de Sisenando pues nada más se dice sobre él. Sabemos que en diciembre de 633 inauguró el IV Concilio de Toledo donde exhortó a los obispos a que terminaran con las diferencias y los abusos dentro de la Iglesia. Lo más destacable es que los obispos aprobaron el famoso canon 75 que únicamente hacía referencia a los asuntos del reino y no de la Fe. En este canon, los obispos “olvidaron” cómo Sisenando había llegado a reinar y arremetieron violentamente contra el quebrantamiento del juramento de fidelidad al monarca. De ahora en adelante, el rey debería ser elegido a la muerte de su predecesor por los magnates godos del reino y aquel que osara usurpar el trono sería anatemizado y excomulgado.
Resulta difícil entender por qué los obispos aprobarían algo así sin que el rey mediase. ¿Qué tenía que temer Sisenando? La respuesta más próxima es la revuelta de un tal Iudila, que se hizo fuerte en el sur de la Península si tenemos en cuenta las dos únicas monedas encontradas acuñadas con su nombre en Granada y en Mérida. Puede que Iudila fuera la respuesta de las élites del sur frente a la imposición de Sisenando desde el norte, pero no podemos saberlo a ciencia cierta. En estos términos, puede que el canon 75 del IV concilio hiciera referencia a lo acaecido con este tal Iudila. A pesar de todo este breve episodio requiere un pequeño inciso.
En el canon 75 los obispos aprobaron que ningún clérigo pudiera portar armas. ¿Debemos entender que el clero del sur apoyó a Iudila en su lucha armada? Del mismo modo, los obispos dictaminaron que ningún clérigo cuya diócesis se encontrara en una zona de frontera podía intercambiar mensaje alguno con “el enemigo”. ¿Podría ser que los obispos del sur hubieran contactado con los bizantinos una vez más para apoyar la causa del rebelde? Son cuestiones que debemos tener en cuenta.
Sisenando murió en Toledo en 636, habiendo dado un gran paso adelante con la publicación del canon que hemos comentado pero, por desgracia, ese canon calaría más bien poco en el morbo gothico, esto es, la inclinación de los godos a rebelarse contra sus soberanos.
Chintila y Tulga.
¿Se pondría a prueba el canon 75 a la muerte de Sisenando? No sabemos muy bien cómo ascendió Chintila al poder, pero lo que sí sabemos a ciencia cierta es que Wamba es el único monarca godo para el que está atestiguada su elección por la nobleza y los obispos.
Imagen 2. Chintila, rey de los godos (636-639 d.C.). Pintura realizada por Bernardino Montañés y Pérez en 1856, ubicada en el Congreso de los Diputados, Madrid. Fuente: wikimedia.org
Sea como fuere, lo primero que hizo el rey fue convocar un nuevo concilio para volver a tratar el tema y profundizar más aún en la cuestión de la sucesión, pareciendo evidente que se sintió realmente amenazado en el momento de ostentar el poder hasta el punto de tener que reafirmarlo de nuevo. Aquí tenemos que prestar atención a un fenómeno nuevo, ya que Chintila y los obispos hicieron hincapié en que ningún aspirante hispanorromano osara ostentar el trono visigodo, con lo cual parece que algún hispanorromano humilde o no intentó ascender al poder. Con todo, ahora se diferenciaba claramente quién podía reinar y quién no.
Tulga sucedió a su padre en el trono, algo que violaba claramente todo aquello por lo que habían estado tan preocupados Sisenando y el propio Chintila, aunque todos los anatemas y excomuniones del mundo no frenaron al viejo Chindasvinto, que no dudó ni un segundo en dar la patada al heredero. Este fenómeno de rebeliones y dictámenes contra rebeliones fue constante en toda la primera mitad del siglo VII, pero los golpes de Estado diferían a los del siglo VI en el hecho de que éstos últimos buscaban liberarse del yugo de Toledo y crear pequeños reinos o territorios independientes mientras que los del siglo VII buscaban controlar todo el reino, eran aspirantes que optaban directamente al trono y no a una o varias regiones de Hispania.
Imagen 3. Tulga, rey de los godos (639-642 d.C.). Pintura realizada por Agustín Sáez y Glanadell en 1847, ubicada en el museo del Prado, Madrid. Fuente: museodelprado.es
Parece también que en los reinados de Chintila y de Wamba después, la Galia fue un territorio levantisco pues no acuñaron moneda allí y de hecho tras el concilio celebrado por Chintila convocó otro más al que sí asistieron tres obispos de la Galia, algo que no había sucedido en el primero donde estuvieron ausentes los obispos de estos territorios. Además, parece que el siglo VII vio nacer un fenómeno nuevo y es que los hispanorromanos comenzaban a considerarse una parte importante del engranaje visigodo y querían optar al trono de Toledo para controlar su destino; ante lo cual los reyes hubieron incluso de legislar mediante los concilios. Tanta rebelión e inseguridad provocaría el lento declive del reino visigodo hasta que uno de esos golpes de poder lograra la intervención del “enemigo” al que hacían referencia los obispos en tiempos de Sisenando con el fin que todos conoceremos llegado el momento.
Bibliografía:
ISLA FREZ, A.: Ejército, sociedad y política en la Península Ibérica entre los siglos VII y XI, Madrid, 2010.
ORFILA PONS, M.: Florentia Iliberritana. La ciudad de Granada en época romana, Granada, 2011.
SANZ SERRANO, R: Historia de los godos. Una epopeya histórica de Escandinavia a Toledo, Madrid, 2009.
THOMPSON, E.A.: Los godos en España, Madrid, 2014.