En la entrada anterior hicimos un repaso por el reinado de Recaredo hasta su conversión al catolicismo como hito fundamental de la historia de España. Aquel suceso marcó un antes y un después para el transcurso del reino visigodo ya que, de forma automática, eliminaba los motivos religiosos para usarlos contra los godos aunque como vimos, Gontrán de Borgoña pasó un poco por alto aquella cuestión en busca de tierras y poder a costa del reino hispano. Hoy vamos a desgranar un poco más los aspectos de la conversión para intentar entender si todo era blanco o negro o si arrianos y católicos estaban tan bien separados como creemos a simple vista.
Para empezar, nada nos dice que, en tiempos de Leovigildo, la rebelión de Hermenegildo estuviera protagonizada por romanos católicos a una parte y visigodos arrianos en otra. En esta contienda los godos estuvieron divididos y no existen pruebas de que los romanos apoyasen incondicionalmente al sublevado. Las rebeliones de los obispos arrianos Sunna y Athaloc que comentamos en la anterior entrada estuvieron apoyadas por católicos que se sublevaban ante un rey que quería imponer el catolicismo. ¿Cómo podemos entender este galimatías?
Leovigildo siempre distinguió entre la religión arriana como la propia visigoda frente a la católica propia de los romanos ya que para él era un elemento diferenciador entre los dos pueblos. Las revueltas contra Recaredo sí tuvieron un matiz “visigodo arriano” porque los jefes de las mismas eran visigodos, al tiempo que fue un romano, Claudio, el que las aplastó. Debemos decir pues que alguno visigodos consideraron la conversión de 589 como un conflicto entre visigodos y romanos. La victoria del catolicismo constituyó una derrota para la identidad tradicional visigoda. Puede que Leovigildo no atacara a Juan de Biclaro y a Masona por ser católicos, sino por ser visigodos que se habían pasado al catolicismo. De no ser esto así, ¿Por qué Leovigildo no actuó contra todos y cada uno de los obispos católicos? O por qué no atacó a personajes tan influyentes en el catolicismo como Leandro de Sevilla, el metropolitano de Toledo Eufemio o Eutropio, abad del monasterio de Servitano; personajes muy activos después en el III concilio.

La iglesia visigoda arriana nunca fue defensora del proselitismo para convertir a los católicos, de hecho ponía grandes trabas a los que querían convertirse requiriendo un nuevo bautizo. La explicación sobreviene que a la iglesia visigoda no le interesaba fundir a la población en una sola fe, quería que romanos y godos estuvieran muy bien clasificados. ¿Cómo entender entonces la actitud tomada por Leovigildo en 580 para atraer a los católicos a la fe arriana?
La respuesta parece dirigirse en una dirección: Leovigildo buscaba que únicamente los godos se reconvirtieran al arrianismo, godos que serían soldados de Hermenegildo y cuyo deber era comprometerse con el arrianismo que el sínodo les facilitaba. El rey buscaba que visigodos católicos y arrianos se unificasen, no que visigodos arrianos y romanos católicos profesaran la misma fe. Conversiones como la del obispo Vicente de Zaragoza serían accidentales y da a entender que para 580, muchos visigodos profesaban ya el catolicismo y era algo que el rey quería remediar. Toda la política de Leovigildo iría así encaminada a mantener a los godos en la religión de los godos y a los romanos en la religión romana.
¿Por qué entonces algunos cabecillas visigodos se rebelaron contra Recaredo si éste simplemente estaba continuando un proceso ya iniciado con la conversión de 589? Podemos encontrar la respuesta en que Recaredo quiso aproximar a las dos nacionalidades más allá del mero esquema religioso, quería unificarlas administrativamente. Sus tres nuevos cuerpos de leyes afectaban tanto a godos como a romanos; mientras que hasta ahora la nación goda tenía su derecho y sus jueces de igual forma que la romana. Este camino fue ya imparable hasta que Recesvinto aboliera el derecho romano en 654 y es posible que esa “unificación jurídica” era lo que los nobles más conservadores no verían con buenos ojos.

La arqueología ha puesto de manifiesto que tras la conversión los visigodos dejaron de portar ajuares típicamente germánicos y comenzaron a desaparecer los conocidos broches y hebillas de cinturón al tiempo que la influencia romana oriental era cada vez más notoria. A finales del siglo VII el elemento germánico de los godos es prácticamente inexistente.
La pérdida de la tradición junto al poder atesorado por los obispos católicos tras la conversión sugiere que las revueltas iban encaminadas a impedir que los romanos fueran elevados al nivel de los godos superiores y a privar a los visigodos de ciertos privilegios. Es por tanto plausible entender la conversión del III Concilio de Toledo como un paso más hacia la “romanización” del reino visigodo.
Las consecuencias de la conversión de Recaredo.
La conversión no significó algo banal para el rey, de hecho se interesó activamente en los entresijos eclesiásticos y en la vida cotidiana de la Iglesia católica. Entre otras cosas, demostró su devoción con el regalo de una corona de oro al santuario del Bienaventurado Félix en Gerona.
Que no tuviera relaciones diplomáticas con el Papa hasta 596 puede explicarse por las sospechas que tenía acerca de la colaboración entre éste y Constantinopla. Así las cosas, simplemente alegó que el peso de los asuntos que había de afrontar le impidieron escribirle antes aunque lo hubiera preferido. El Papa le respondió en 599 ensalzando su figura y alabándolo por ganar tantas almas para la fe católica.
Además, Recaredo legisló contra los judíos a pesar de que, al parecer, estos quisieron sobornarlo con grandes sumas para que retirase aquellas leyes; algo a lo que el rey se negó y que fue también objeto de alabanza del Papa. Entre las disposiciones podemos encontrar:
- Ningún judío podía poseer un esclavo cristiano.
- Si un judío aceptaba un esclavo cristiano debería liberarlo inmediatamente y además perdería todas sus propiedades convirtiéndose el judío en esclavo del Tesoro Real.
- Ningún judío podía casarse con mujer cristiana y si nacía un hijo de esta unión el hijo debería bautizarse.
- Ningún judío podría ostentar un cargo de responsabilidad que conllevase poder castigar a un cristiano.
Estas, entre otras leyes no se aplicaron con demasiada dureza. Las autoridades visigodas locales no solían hacer mucho a este respecto, tanto que, en 612, el rey Sisebuto se mostraría muy decepcionado ante la poca efectividad de la legislación de Recaredo además de añadir en el IV Concilio de 633 que los obispos protegían normalmente a los judíos. A pesar de ello sería Sisebuto, y no Recaredo, el que podría ser galardonado como primer gran perseguidor de los judíos en España.
Bibliografía:
SANZ SERRANO, R: Historia de los godos. Una epopeya histórica de Escandinavia a Toledo, Madrid, 2009.
THOMPSON, E.A.: Los godos en España, Madrid, 2014.
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