Imagen de cabecera: Iglesia visigoda de San Pedro de la Mata (Sonseca, Toledo).
En esta segunda y breveentrada vamos a tratar sobre todo la identidad en la que podemos fijarnos según los registros funerarios de los enterramientos documentados y también daremos una vuelta por el Toledo visigodo ¡Bienvenidos a Hispania!
Necrópolis e identidades entrelazadas en la Hispania de época visigoda por Jorge López Quiroga (Universidad Autónoma de Madrid).
El interés que ha suscitado el mundo funerario de esta época viene dado por las corrientes pangermanistas que tuvieron lugar tras la Guerra Civil y el primer franquismo en España (1939-1956). Hasta 1954 hubo intervenciones prolongadas en algunas necrópolis como Pamplona, El Carpio del Tajo, Daganzo de Arriba, Duratón, Espirdo-Veladiez y Madrona, que se interpretaron de una forma exclusivamente étnica, siguiendo una corriente propiciada por el nacionalsocialismo alemán y el nacionalcatolicismo hispano. Absolutamente todas estas necrópolis fueron consideradas puramente “visigodas” menos la de Pamplona, que se atribuyó a la órbita franca en la Galia.

Hubo que esperar a los años 80 para que primero las corrientes procesualista primero y post-procesualista después, arrojaran nueva luz en el estudio del mundo funerario tardoantiguo y altomedieval en España que, si bien mantienen el concepto de necrópolis visigodas, admiten también en ellas la existencia de unos individuos que no tenían por qué ser puramente visigodos. Y es que no olvidemos que, aunque las principales necrópolis visigodas se hallan en el centro de la Meseta peninsular, fueron muy pocos los individuos que conformaban este pueblo en comparación con la población indígena hispanorromana que, como veremos, tenía ya una moda y costumbres muy similares a las traídas por los visigodos.
Lo que tradicionalmente se interpretaba como enterramientos visigodos se corresponden en realidad con una serie de individuos que correspondían a las élites hispanorromanas con el poder económico suficiente para hacerse con elementos distintos al común de prendas habituales, y si bien podían tratarse de nobles de estirpe germánica, no tiene por qué ser lo común.
Lo cierto es que las identidades de unos y otros quedaron muy pronto difuminadas ya que, desde hacía mucho tiempo, los germanos se habían relacionado con el mundo romano y con él su cultura, sus modas, sus costumbres… además de verse influenciados por el mundo oriental; y esto se ve muy bien plasmado en el mundo funerario, en el cual aparecen elementos foráneos mezclados con elementos puramente hispanorromanos, un plano privilegiado donde podemos estudiar un poco más a fondo la identidad cultural tan difuminada de estos pueblos.
Es llamativa la clasificación que hace el autor de dos tipos de cementerios bien diferenciados para esta época que abarca desde el siglo V hasta el VIII:
– Cementerios tardoantiguos con rito funerario complejo, en los cuales podemos encontrar un ajuar variado como elementos de vajilla, espejos, atalajes de los caballos, armamento… así como elementos accesorios del vestido y rastro de prendas, así como elementos de adornos personal.
– Cementerios tardoantiguos con rito funerario simple, con una ausencia total de ajuar y depósito funerario y presentes en toda la geografía peninsular, con una cronología del siglo V al VIII.
Toledo visigodo. El paisaje de una sedes regia por Jorge Morín de Pablos (AUDEMA).
En este artículo podremos recorrer la ciudad visigoda de Toledo y conocer todos los rincones que reflejan el pasado tardoantiguo de la ciudad, un artículo que a los amantes de los descubrimientos por la ciudad mientras pasean les encantará.
Será ya estando bien avanzado el siglo VI cuando Toledo se configure como la capital del reino visigodo, y será entonces cuando la ciudad se reorganice internamente para albergar la sede del poder civil y religioso, en contraposición a la relativa modestia de la ciudad romana precedente. Que Toledo fuera elegida capital del reino visigodo tuvo mucho que ver con su privilegiada ubicación geográfica en prácticamente el centro de la Península Ibérica y en un vado del río Tajo, lo que convertía a la ciudad en punto de paso obligado por viajeros y comerciantes que pagaban sus correspondientes tasas.

Toledo además permaneció milagrosamente ajena a los numerosos tumultos que asolaron la Península en el siglo V, y todavía mantenía la organización municipal y episcopal en funcionamiento. Finalmente, su posición alejada de focos de conflicto con francos, suevos o bizantinos y que la práctica totalidad de los contingentes visigodos se asentaran en el centro peninsular supuso una baza fundamental.
El autor nos desgrana cómo en Toledo se configuraron dos realidades urbanas: el núcleo palatino fortificado de residencia del rey y la Corte con el conjunto palatium/basilica de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y el núcleo episcopal donde residía el máximo dirigente de la Iglesia hispana con un templo dedicado a Santa María.
Es fantástica la ilustración a dos páginas que se nos ofrece en este artículo, una maravillosa ilustración de Toledo en época visigoda, con la ciudad fortificada sobre la meseta junto al Tajo y los suburbia, contando incluso con las ruinas del circo romano y la basílica de Santa Leocadia, panteón de los reyes visigodos.
Bibliografía:
López Quiroga, J.: “Necrópolis e identidades entrelazada en la Hispania de época visigoda” en Arqueología e Historia Desperta Ferro: Visigodos en Hispania, pp.26-31.
Morín de Pablo, J.: “Toledo visigodo. El paisaje de una sedes regia” en ad supra, pp.32-38.