La ciudad tardoantigua como centro productor y de servicios.

En la entrada anterior hicimos un recorrido por la explotación ganadera en Hispania tardoantigua. Pudimos ver tipos de ganadería, más local o de un ámbito más extenso, tipos de animales, y cómo ésta actividad estaba sujeta a una legislación que, por desgracia, muchas veces era vulnerada por los poderosos. Hoy vamos a analizar el consumo que se realizaba en las ciudades así como de los servicios que emanaban de esta, ya que del mismo modo que la ciudad evolucionó con el paso del tiempo, también lo hicieron sus necesidades y servicios. ¡Bienvenidos a Hispania!

La ciudad como ente productor.

Lejos de ser únicamente un parásito que demandaba y consumía productos del campo, la ciudad también fue durante la Antigüedad Tardía un núcleo productor de servicios más elaborados. Las urbes no sólo eran espacios de intercambio de productos, sino también de servicios que durante este período se siguieron demandando; al tiempo que otros dejaron de ser útiles a la población del momento. La ciudad tardoantigua fue, por antonomasia, el centro de producción artesanal y artística del momento. Sus productos abarcaban un amplio abanico de utilidades, ya que iban desde herramientas de labranza hasta elementos de ornamentación para los poderosos. Arquitectos, albañiles, canteros, picapedreros, metalúrgicos, bataneros, etc., todos ellos tenían su lugar de producción en la ciudad.

Bien es cierto que si analizamos el fenómeno productivo de las ciudades comparado con el del mundo clásico, veremos un importante parón o freno de lo que podríamos denominar como “bienes universales”. Estos bienes, como la sigillata, las ánforas, las lucernas, eran productos producidos de forma masiva en todo el Mediterráneo y que inundaban todos los comercios de las ciudades casi en la misma medida. Es Ward-Perkins quien defiende que durante la Antigüedad Tardía se dio al traste con el Estado del bienestar romano (Rosa Sanz, 2009, p.458), y desde esa óptica, es de suponer que así fue; pero de nuevo entraríamos en el vicio de comparar las churras con las merinas si el lector me permite la expresión, ya que nada tenía que ver la Hispania integrada en el Imperio del siglo II con la Hispania ya autárquica del siglo VII en lo que a producción y mercados se refiere. Por tanto, la ciudad hispana fue y siguió siendo un centro de producción de todo tipo de bienes, pero ahora lo era de unos bienes más regionalizados y dirigidos a un consumidor muy diferente al romano.

¿Regionalización o globalización?

Es indudable afirmar que la caída del Imperio supuso la fragmentación de sus provincias –muchas de ellas ahora reinos independientes entre sí–, así como de las redes comerciales universales que existían. Ello no quiere decir, y de hecho así es, que los reinos germánicos renunciaran a mantener en activo rutas comerciales y puertos marítimos que aún eran pujantes por el comercio con otros reinos y con el Imperio oriental. Elementos como las famosas fíbulas y broches de cinturón mantienen por lo general un tipo homogéneo en los diversos reinos dependiendo del momento, como también sucede con los ornamentos varios de oro y pedrería que conocemos hoy en día, todos estos elementos con una influencia bizantina evidente.

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Imagen 1. Magnífico ejemplo de cerámica sigillata gálica altoimperial que representa un combate de gladiadores. Este tipo de producciones características y que asociamos al mundo romano, dejaron de existir en el Bajo Imperio y por supuesto en el período que nos ocupa. Son el reflejo de una producción con moldes, en serie, y destinadas a surtir las necesidades de una población relativamente homogénea por todo el Mediterráneo. Fuente: meditantiguo.wordpress.com

La producción cerámica por supuesto se regionalizó, y también cambiaron los gustos por unos tipos u otros. En este momento se producía cerámica de mejor calidad y de calidad muy mala, incluso realizada a mano, y ambas son coetáneas. Ambas producciones se dan tanto en las ciudades como en las villas, y es un hecho innegable en toda la Península. Lo que sí termina por desaparecer es un tipo de cerámica producida más en serie y dirigida a un consumidor más generalizado como era la sigillata. Esta producción en cambio se debió mantener en otros lugares, ya que por ejemplo tenemos en Hispania cerámica fina de Marsella y del norte de África fechada en el siglo VI, así como ungüentarios y lucernas de Palestina y que viajaban en lotes por todo el Mediterráneo. A pesar de ello como decimos, se trata de importaciones y no de una producción peninsular homogénea a otros lugares.

Imagen 2. Lucerna romana del siglo IV d.C. con motivos cristianos y también relativos al emperador Teodosio. Conforme el cristianismo fue calando en el Imperio, la producción cerámica evolucionó también para incluir esa iconografía. Fuente: wikimedia.org

Funcionalidad vs ornamentación.

En cuanto a la construcción, en este período encontramos que las iglesias por ejemplo también se realizan con modelos acordes a tipos orientales bizantinos, pero en cambio se construyen con materiales perecederos o procedentes del despojo de lugares abandonados de una época anterior. Parece deducirse que la producción de las canteras debió frenarse o desaparecer en gran medida, ya que si no encontraríamos muestras de explotación en estos edificios de carácter más importante. A pesar de ello es evidente que la edilicia continuó existiendo y de forma notable, como podemos constatar en las ricas villas y en el xenodochium de Masona en Mérida.

Hablando de villas, de forma general encontramos una reducción del uso del mosaico, pero aún había magnates que apostaban por este tipo de decoración e incluso aún de temática pagana –La Calzadilla, Almenara de Adaja, La Olmeda, etc.–  al mismo tiempo que coexistían con otras que empleaban temática cristiana –Veranes, Mérida, La Cocosa–. Mosaicos todos ellos que tendrían que ser elaborados por maestros venidos de las ciudades ayudados por los trabajadores de las villas. Es un caso más de un producto ofrecido desde la ciudad.

Lo que sí parece producirse es un renacimiento de la epigrafía a partir del siglo VI, epigrafía muy útil para la nueva aristocracia eclesiástica, igual que lo fue para la aristocracia senatorial anterior. Atrás quedaba ya la identificable capital romana, y ahora la escritura era más cursiva y con más errores ortográficos. Mención merecen también las pizarras visigodas, estas ya de peor escritura que la que encontramos en el fenómeno epigráfico.

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Imagen 3. Sarcófago de mármol de Junio Baso, ubicado en el Museo del Tesoro di San Pietro de Roma y datado en el siglo IV d.C. Los motivos representados tienen que ver con el difunto contando algunos aspectos de su vida (parte superior) y también con la iconografía cristiana predominante (parte inferior). Fuente: wikimedia.org

Las lápidas con fórmulas cristianas son abundantes, y también de sarcófagos, para el que pudiera permitírselo. Estos elementos los encontramos tanto en el campo como en la ciudad, por lo que debemos suponer que en ambos lugares existirían talleres más especializados en el asunto, si bien cabe suponer que la producción sería más elaborada en la ciudad. Respecto a los sarcófagos, por ejemplo, cabe destacar la producción de Tarragona, con paralelos romanos y africanos. En general los clientes solían ser las aristocracias del valle del Ebro, con una tradición funeraria clásica muy arraigada y distinta al resto de necrópolis peninsulares, ya que allí los sarcófagos eran un elemento de elevado prestigio, como el lector puede suponer.

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Imagen 4. Representación de un búho en un mosaico de una villa romana hallada en Uzès (Francia), en 2017. Durante la Antigüedad Tardía se llevaron a cabo maravillosos mosaicos, pero en general tendrían cada vez más a representar motivos geométricos y formas más estáticas, tal y como sucedía con la escultura. Fuente: historia.nationalgeographic.com.es

En definitiva, y como venimos reivindicando en toda la trayectoria del blog, la ciudad tardoantigua cambió en sus ideales, en su fisionomía y en sus tipos de producción; pero siguió aglutinando todo eso y además siguió siendo el centro del poder civil, un paralelismo más con su pasado romano que debemos tener muy presente.

Bibliografía:

SANZ SERRANO, R: Historia de los godos. Una epopeya histórica de Escandinavia a Toledo, Madrid, 2009.

THOMPSON, E.A.: Los godos en España, Madrid, 2014.

Publicado por

Liubagild

Me llamo Miguel Ángel Municio Castro y soy historiador, arqueólogo y docente de Geografía e Historia en ESO y Bachillerato. La historia de este blog se remonta a 2014, cuando decidí iniciar un proyecto de divulgación histórica para que el gran público conociera y comprendiera aquello que llaman Antigüedad Tardía, un período que va desde el siglo IV al siglo VII d.C. y que todavía hoy no se conoce mucho, incluyéndose de forma errónea en la Edad Media. Poco a poco fui ampliando el repertorio a la Edad Media, y cuando me convertí en docente decidí abarcar también toda mi disciplina con entradas de Geografía e Historia del Arte para que mi alumnado, además del gran público, tuviera un lugar de referencia de cara a su formación. Y aquí estoy, aprendiendo cada día un poquito más para compartirlo contigo. ¡Espero que disfrutes tu visita en Romana Insolentia!

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