“Regnum suevorum destructum est”. El final del reino de Gallaecia.

En la anterior entrada descubrimos juntos cómo el reino suevo se configuró pro fin mediante el establecimiento de una sede regia que fuera capital y que resultó ser Braga, o eso parece deducirse de las pistas que tenemos, y cómo llegó a su fin el concepto de jefe bárbaro guerrero que llevaba consigo su tesoro más o menos abundante. Los suevos realizaron una evolución lógica desde la barbarie nómada y depredadora hacia el establecimiento de un Estado —con mayor o menor fortuna— que aunase a una serie de súbditos y cuyo referente de poder se encontraba en una capital.

La expresión con la que encabezamos esta entrada no es baladí, pues es la que Hidacio, cronista fundamental para entender la historia sueva en el siglo V, utilizó para referirse a la aplastante derrota que los suevos sufrieron en la batalla del río Órbigo en 456, una derrota tan grande que llevó al cronista a pensar que el reino finalmente había sido destruido. Como hemos ido viendo no fue así, ya que los suevos se reorganizaron con éxito; pero en la entrada de hoy sí que asistiremos a la destrucción definitiva del reino suevo de manos, otra vez, de un visigodo ilustre, el rey Leovigildo.

Los narradores de los acontecimientos.

Para encontrar alusiones a las peripecias del pueblo visigodo hemos de acudir a Isidoro de Sevilla, cuyo papel irá encaminado a ser el gran historiador nacional de la monarquía visigoda. Consciente de que los roles en Hispania han cambiado para siempre y que son los godos los que están predestinados ahora a gobernarla, pondrá en marcha un aparato narrativo e ideológico de cara a justificar todo lo que los visigodos hagan de cara a unificar Hispania en el reino de Toledo.

Se crea la ideología teocrática, la idea de que el poder proviene de Dios y que por eso hay que proteger al rey como ostentador de ese poder. El rey es el terapeuta del pecado, tal y como puede verse en la Lex Visigothorum, cuyo cometido es diagnosticar las enfermedades de cuerpo y alma y administrar las medicinas oportunas. El rey, siempre godo, es elegido por Dios, el territorio donde se asienta ha sido creado por Dios para el pueblo godo y así el rey, junto a sus obispos, podrán gobernar a todos los súbditos que están llamados a engrosar la población del reino ideal isidoriano. En este contexto, los suevos deben temer, y mucho, su funesto destino; ya que Isidoro justifica todas las guerras que los godos llevan a cabo para someter a otros pueblos como guerras santas, guerras destinadas a engrandecer la gloria del reino de Toledo.

Juan de Biclaro es el otro narrador de nuestra historia. Según Isidoro, nació en la Lusitania, en Santarem, y fue obispo de Gerona a partir de 591, más o menos el momento en que escribe su crónica. Juan fue artífice de la conversión de los godos al catolicismo y fue posiblemente ideólogo del nuevo reino católico. Fue gran admirador de la obra unificadora y política de Leovigildo, y por ello llega a minimizar al máximo la herejía del monarca arriano, así como sus acciones anticatólicas. En un momento dado llega incluso a obviar la conversión de Hermenegildo como una de las causas de su rebeldía, poniéndolo únicamente como tirano, rebelde y usurpador. No alude jamás a la catolicidad del reino suevo, ni a Martín de Braga a pesar de que ha alabado a otros católicos ilustres como Eutropio, abad de un monasterio, Leandro de Sevilla o a Masona, obispo de Mérida. Tampoco menciona que el rey impuso una conversión forzosa al arrianismo en Gallaecia tras su conquista.

600px-hispania_586_ad

Imagen 1. Situación política y territorial de la Península durante el reinado de Leovigildo. Fuente: juntadeandalucia.es

Es probable que la conquista de Gallaecia sólo importe al biclarense en tanto que se trata de una gesta de Leovigildo y que se enmarca en la unificación peninsular, pues nada nos hace pensar que se interesase lo más mínimo por el devenir del pueblo suevo.

La única fuente realmente independiente, o al menos en teoría, es Gregorio de Tours, nacido en 538 en una familia acomodada de la Auvernia gala. Su familia controló durante generaciones el obispado de Tours, al que finalmente él accede en 573. Las noticias de Gregorio son independientes en tanto que es un observador externo al reino visigodo, pero es probable también que los datos que percibe estén mediatizados previamente por el mundo visigodo.

La relación del reino suevo con el visigodo.

Parece comúnmente aceptado que fue Teodomiro, rey suevo, el que encauzó a su reino hacia la religión católica con el apoyo de Martín de Dumio; a pesar de que existen dudas por referencias diferentes. Por un lado, Gregorio de Tours menciona al rey “legendario”, Carrarico, como el rey que fue convertido por su adalid e ídolo religioso, San Martín de Tours; mientras que en la documentación del I Concilio de Braga se hace referencia a un rey llamado Ariamiro. Es difícil saber con exactitud cuál fue el orden de las cosas, pero si aceptamos que los tres nombres son ciertos, podemos interpretar que Carrarico reinó primero y posiblemente llevó a cabo una conversión privada, Ariamiro, aunque arriano, fue el que posibilitó que la Iglesia Católica se instalara en Gallaecia, y finalmente Teodomiro llevó a cabo la conversión oficial del reino.

Imagen 2. Tres jinetes contemplan el horizonte. El primero se trata de un militar de gran rango, probablemente un comes o un dux, acompañado de su guardia o gardingo y por un prelado, probablemente un obispo, vestido con el vestuario característico del momento. Fuente: despertaferro-ediciones.com

Lo que sí es cierto es que Miro sucedió a Teodomiro y así nos lo notifica Juan de Biclaro, así como que fue el que hizo la guerra a los runcones, pueblo posiblemente autóctono que merodearía entre Galicia, León y Zamora.

Volviendo a los hechos que acontecen en la destrucción del reino suevo, en 573 Leovigildo anda rondando la frontera norte de su reino para acosar y atacar a los sappos, otro pueblo autóctono. También se apodera de la Peña Amaya en 574, y poco después Isidoro lo ubica en los Montes Aregenses peleando contra un señor local que también podría ser algún tipo de pueblo hasta ahora no especificado entre León y Orense. En definitiva, una serie de campañas en poco tiempo en torno a la frontera sueva que parecen ser un preludio de algo mayor. Leovigildo no tardó mucho en llevar directamente sus ataques contra la frontera sueva, pero ante los ruegos del rey Miro se retiró, si bien el biclarense nos notifica que fue una paz muy poco duradera.

Esta tregua breve que tuvo el rey Miro se vio comprometida cuando decidió acercarse a Sevilla a contemplar “el desarrollo de los acontecimientos” mientras padre e hijo entablaban combate. Parece que cuando las cosas se torcieron para Hermenegildo, el suevo juró fidelidad a Leovigildo e intercambió regalos con él. Parece aceptada esta teoría, más que Miro apoyara abiertamente a Hermenegildo y muriera por ello. Todo indica que el rey volvió a Gallaecia, pero que enfermó y murió, renovando su hijo Eborico el pacto de fidelidad con Leovigildo. Pero el reinado de Miro, aunque tranquilo, no le aseguró la continuidad dinástica, pues Eborico fue depuesto por un tal Audeca, que incluso casó con la viuda de Miro para legitimarse.

Imagen 3. A parte de unificar el reino visigodo y de anexionarse el suevo, Leovigildo logró pacificar a todos sus súbditos más importantes, pudiendo dedicar esfuerzos a fundar ciudades, como Recópolis, en el alto Tajo. Fuente: telescopia.wordpress.com

En este contexto es donde Juan de Biclaro expone la intervención de Leovigildo en Gallaecia, de cara a echar al usurpador y a reinstaurar a Eborico. Audeca fue derrotado, tonsurado, obligado a hacerse monje y deportado a la Lusitania; pero Eborico no fue reinstaurado, sino que Leovigildo convirtió al reino suevo en una provincia visigoda. El cronista nos habla de los intentos de un tal Malarico por reinstaurar el reino suevo y también nos dice que estuvo a punto de derrotar a la guarnición visigoda, pero lo cierto es que no lo consiguió, y el reino suevo; que había durado ciento setenta y siete años según anotó Isidoro de Sevilla, fue destruido, capturados su capital y su tesoro, y sus súbditos convertidos en súbditos de Leovigildo. Ahora sí que sí y de forma definitiva, “regnum suevorum destructum fuit”.

Bibliografía:

DÍAZ, P.: El reino suevo (411-585), Akal, 2013.

JIMÉNEZ GARNICA, ANA Mª: Nuevas gentes, nuevo Imperio: los godos y Occidente en el siglo V, UNED Editorial, 2010.

Publicado por

Liubagild

Me llamo Miguel Ángel Municio Castro y soy historiador, arqueólogo y docente de Geografía e Historia en ESO y Bachillerato. La historia de este blog se remonta a 2014, cuando decidí iniciar un proyecto de divulgación histórica para que el gran público conociera y comprendiera aquello que llaman Antigüedad Tardía, un período que va desde el siglo IV al siglo VII d.C. y que todavía hoy no se conoce mucho, incluyéndose de forma errónea en la Edad Media. Poco a poco fui ampliando el repertorio a la Edad Media, y cuando me convertí en docente decidí abarcar también toda mi disciplina con entradas de Geografía e Historia del Arte para que mi alumnado, además del gran público, tuviera un lugar de referencia de cara a su formación. Y aquí estoy, aprendiendo cada día un poquito más para compartirlo contigo. ¡Espero que disfrutes tu visita en Romana Insolentia!

2 comentarios en «“Regnum suevorum destructum est”. El final del reino de Gallaecia.»

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s