El final del Imperio de Occidente

Hemos visto en la entrada anterior cómo el general Aecio simbolizaba el último intento del Imperio Romano de contener una causa más de su propia destrucción. A ello colaboraron los visigodos como federados y otros pueblos al servicio del Imperio y obtuvieron éxito en el empeño. Hoy navegaremos por los últimos y convulsos veinticinco años que transcurrieron entre esta victoria tan decisiva y la definitiva desaparición del Imperio Romano de Occidente.

Una vez desaparecida la amenaza huna, Aecio se esforzó por última vez para controlar la situación de Hispania, envió un legado de nombre Frontón para negociar con los suevos de Rechiario. Las negociaciones llegaron a buen puerto y los suevos accedieron a retrotraer sus fronteras al reino original de Galaecia. Acto seguido envió un destacamento militar al mando de Mansueto para que, ayudado por los godos de Teordorico II, combatieran a la bagauda de la Tarraconense. Corría el año 454 e Hispania estaba totalmente pacificada. Para entonces Aecio había ganado un gran renombre fuera de Italia por propugnar la idea de un Imperio integrador con políticas abiertamente antiprovinciales y antibárbaras. Contaba con importantes apoyos en Roma y en la Galia, pero otro sector de la aristocracia convenció a Valentiniano III del poder que atesoraba ya el general y lograron convencerle también de que era necesario pararlo. Así las cosas, cuando Aecio propuso el matrimonio de los hijos de ambas familias, Valentiniano, ayudado por sus seguidores, lo asesinó en su palacio en Septiembre de 454. Al año siguiente Valentiniano moría a manos de dos hunos del séquito de Aecio que buscaban la venganza y la justicia por el asesinato de su patronus.

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Imagen 1. Sólido de Valentiniano III (424-455 d.C.), hermano de Iusta Grata Honoria e hijo de Gala Placidia. Fuente: cgb.fr.

Al día siguiente era nombrado emperador Petronio Máximo, conspirador en la muerte de Aecio y primer emperador en la rápida sucesión de siete emperadores entre 455 y 476. Nombró magister utriusque militiae de Italia y Galia a Avito –gran amigo de los godos–, pero para estas fechas la aristocracia provincial gala había perdido ya interés en la administración de las provincias y quería tomar parte de la administración imperial. Daba comienzo así la etapa en que una nobleza de segunda clase, oligarquías urbanas, se hacían cargo de la administración de ciudades y provincias. En otros casos fueron los propios obispos los que comenzaron a regir las ciudades en calidad de comes civitatis.

El rey de África, el vándalo Genserico, no aceptó la autoridad de Petronio Máximo. En 455 desembarcó en Ostia Antica y saqueó los graneros que abastecían a Roma, repitiendo el horror del saqueo de 410. El emperador se encontraba en Roma cuando una muchedumbre enloquecida lo asaltó y lo mató despedazándolo el 31 de Mayo de 455. Cuando la noticia llegó a Tolosa, Teodorico vio la oportunidad clara de proclamar a su amigo y valedor Avito como nuevo Augusto imperial. Lo coronó primero en Tolosa y después, de forma oficial, en Ugernum, una fortificación cercana a la ciudad de Arlés. Allí una asamblea de senadores galorromanos le prestó su apoyo, pero no opinaron igual los senadores de Roma ni tampoco los de Constantinopla. Se iniciaba así una etapa en que los diferentes reyes bárbaros ponían y quitaban emperadores en función de sus intereses. Avito fue un emperador filo godo en el sentido que entregó muchas prebendas y honores a sus aliados en la Galia frente a los provinciales y los civiles.

Imagen 2. Genserico saquea Roma. La mediación del Papa León I y la entrega de los bienes de la Iglesia impidieron que los vándalos incendiaran la ciudad pero a cambio saquearon el Palatino y el Capitolio durante catorce días. Pintura de Karl Briulov. Fuente: wikimedia.org.

Sidonio Apolinar nos cuenta que, gracias a Avito, “Teodorico II adquirió todas las virtudes de un príncipe romano, lo que significaba tener habilidad con la agricultura, éxito con la caza, finura en las distracciones, equidad en los juicios, sinceridad en los consejos, lentitud para llegar a la irritación y la cólera, rapidez para la distensión y fidelidad en la amistad recíproca.” (En Ana Mª Jiménez, p. 166, 2010).

Los suevos de Rechiario, aprovechando los tumultos de estas dos sucesiones imperiales, se lanzaron a la rapiña de nuevos territorios; a lo que Avito respondió mandando a Teodorico II para combatirlo y a Ricimer a Sicilia para echar a los vándalos que habían ocupado la isla. Los vándalos de Sicilia fueron derrotados, pero la hambruna que padecía Roma hizo que la plebe obligara al emperador a licenciar a las tropas godas para evitar su manutención. Como éstas pedían un pago a sus servicios, el emperador decidió fundir las estatuas de bronce que aún quedaban en Roma para pagarles, acto que el Senado vio como antirromano. Avito fue obligado a dejar Roma y a marcharse a la Galia con sus aliados godos y allí sería asesinado en 457 tras ser despojado de la dignidad imperial por el general Mayoriano, que aspiraba a ser emperador y que fue proclamado como tal en el mismo año.

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Imagen 3. Retrato idealizado de Teodorico I, rey de los visigodos (418-451 d.C.), realizado por Félix Castelo en 1635, Museo del Prado. Fuente: wikimedia.org.

Teodorico regresó rápidamente a la Galia al enterarse de la muerte de su amigo y la coronación de Mayoriano, encontrando allí una situación conflictiva de luchas de intereses. El nuevo emperador intentó recuperar África desde la Cartaginense con un nutrido ejército de mercenarios y bárbaros. Hidacio nos cuenta que fueron unos traidores hispanos los que, prendiendo fuego a sus naves, impidieron que el emperador embarcara en la Península para combatir en África. La situación no deja de llamar la atención pues refleja la negativa respuesta de una población hacia unos emperadores que veían ya como un elemento extraño. Mayoriano fracasó estrepitosamente y volvió a Italia humillado, ante lo cual su general Ricimer, ni corto ni perezoso, lo ejecutó. Su muerte desencadenó una serie de catastróficas consecuencias en Hispania, pues los suevos continuaron con sus depredaciones a gran escala. Las poblaciones vivían ya inseguras y a merced de que suevos y godos pactasen con mayor o menor fortuna.

En 461 Ricimer elevaba a Libio Severo a la dignidad imperial, un senador anciano e incapaz de afrontar cualquier situación; con lo cual era fácilmente manejable. Su gobierno fue tan insignificante que el propio Ricimer lo ejecutó cuatro años más tarde tras llegar a un pacto con el emperador de Oriente, León I, para colocar en el poder a un oriental, Antemio, un patricio emparentado con la dinastía constantiniana.

Genserico se hizo valer una vez más desde África y desposó a una de sus rehenes, la hija pequeña de Valentiniano III, con un senador de Constantinopla, Anicio Olibrio, al que apoyó como nuevo candidato particular para ser emperador. Además, este candidato contó con el apoyo de suevos y godos, obteniendo éstos nuevas concesiones territoriales por ello. Antemio se vio tan acosado por todas partes que fue muerto por orden de Ricimer para poder apoyar así al candidato de los vándalos. Corría el año 472. El poder pasó a las manos de un tal Glicerio, encargado de las cosas de palacio en Rávena mientras el emperador oriental apoyaba a Julio Nepote, que destronó a Glicerio en 474. Nepote cerró pactos con los godos y con los burgundios para afianzar su posición y éstos pudieron ampliar aún más sus territorios hacia el norte.

Un año después, Julio Nepote era relegado del poder por los partidarios de un militar grecorromano llamado Orestes, que no dudó en elevar al trono a su hijo Rómulo Augústulo. El bárbaro Odoacro mató a los pocos meses a Orestes y envió al muchacho a descansar a una finca en la Campania debido a su corta edad un 23 de Agosto de 476.

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Imagen 4. Mapa político de Europa en 476 d.C. Fuente: pinterest.com.

Odoacro dio el golpe definitivo  en este día. Fue el primer bárbaro que no quería alzar a algún valedor como emperador. Tampoco quería casarse con ninguna romana para reinar ni tampoco quería ser emperador. Simplemente quería ser dueño de Italia pero no como emperador, ya que envió los símbolos de la dignidad imperial a Oriente en un verdadero acto de repulsa y desprecio a la tradición romana imperial. Como ya no había insignias tampoco había Imperio, así que Odoacro fue nombrado rex de diversos pueblos y respetó las fronteras con sus vecinos godos, francos y burgundios, que rápidamente se anexionaron a sus reinos diversos territorios que hasta ahora habían sido romanos.

Fueron veinticinco años llenos de vorágine política, una vorágine que no fue sino el último estertor de un Imperio moribundo. A partir de aquí comenzará una nueva etapa en la que los diversos reinos bárbaros jugarán papeles protagonistas en el devenir de Occidente. Corría el último tercio del siglo V y habían pasado muchos años desde que emperadores como Augusto, Trajano o Hadriano rigieran los designios del Imperio Romano, sumido en una decadencia imparable desde hacía más de doscientos años.

Bibliografía:

JIMÉNEZ GARNICA, A. Mª: Nuevas gentes, nuevo imperio: los godos y Occidente en el siglo V, Madrid, 2010.

SANZ SERRANO, R: Historia de los godos. Una epopeya histórica de Escandinavia a Toledo, Madrid, 2009.

6 comentarios en “El final del Imperio de Occidente

  1. Alex Ruiz

    Un buen artículo, pocos he visto más completos y sintéticos. No obstante, hay un pequeño error: «El nuevo emperador intentó recuperar África desde la Tarraconense con un nutrido ejército de mercenarios y bárbaros». En realidad Mayoriano intento lanzar su ataque desde la Carthaginiense, como bien dice Hidacio: «Mense Maio Majorianus Hispanias ingreditur imperator: quo Carthaginiensem provinciam pertendente, aliquantas naves quas sibi ad transitum adversum Wandalos praeparabat, de littore Carthaginiensis commoniti Wandali per proditores abripiunt. Majorianus ita sua ordinatione frustratus ad Italiam revertitur.» No es una asunto baladí, ya que demuestra que no solo la Tarraconensis estaba en manos del poder imperial, sino también la Carthaginensis y parte de la Baetica (M. Kulikowski: 2004, 334; J. Arce: 2008, 231).
    Por otro lado, no estoy de acuerdo en su afirmación de que los emperadores romanos se habían convertido en un elemento extraño o rechazados por la población. Por esas fechas, Hidacio aún espera la llegada de los emperadores romanos a la península, hasta el punto de que el mismo mantuvo contacto con Aecio. Igualmente, la autoridad romana, el vicarius, estuvo presente en Emerita Augusta, la capital de la diocesis Hispaniarum, hasta el año 439, cuando esta fue tomada por los suevos. La capital seguramente sería trasladada a Tarraco, aunque esto es ultimo es una hipótesis que no se puede contrastar dado que Hidacio, nuestra única fuente, guarda silencio. Sin embargo, resulta significativo el que hecho de que, a pesar que la huida de Mayoriano de la Península en el 461 supuso el fin de la Hispania Romana, todavía los barcinonensis dedicaban inscripciones en honor de los emperadores romanos en el año 471 (CIL II, 04109 = RIT 100): dd(ominorum) nn(ostrorum) Leonis et Anthemi Augg(ustorum). Es decir, a nuestros señores los augustos Leon y Antemio.
    En otras palabras, no creo que hubiese tanto un rechazo de la población a la autoridad romana, como un conflicto de intereses entre élites hispanas aún vinculadas al Imperio, como el comes Asterius o el bético Merobaudes, y florecientes élites vinculadas a los bárbaros, como fue el caso de los cartaginenses que aliados con los vándalos quemaron las naves de Mayoriano o aquellos otros que, seguramente a servicio de los suevos, apresaron a Hidacio en el 460: Dictinius, Spinius y Ascanius.
    Nada más que añadir, felicitarte por el post, resulta difícil realizar una síntesis tan buena sobre un periodo tan caótico como fueron los últimos años del Imperio.

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    1. Hola Alex, muchas gracias por pasarte y comentar el artículo. En primer lugar muchas gracias por corregir el error de la provincia hispana, se me debió pasar. En segundo lugar, creo que en general, la población no tiene una aceptación hacia la figura del emperador como pudiera haberse dado en siglos anteriores. En esta época, la gran aristocracia deja de tener interés en la administración provincial y no la considera necesaria para un cursus honorum tradicional sino que aspiran directamente a la administración imperial; por lo que las inscripciones honoríficas del período, aunque existentes, quizá se respondan más a las élites locales que ahora se hacen cargo de la administración provincial. No obstante no discuto la existencia de epigrafía honorífica.

      El conflicto que planteas al respecto de una élite más filo imperial contra una élite más filo bárbara me parece, en efecto, un buen tema de debate ya que en una entrada anterior hablábamos de nobles como Dídimo y Veriniano, aristócratas ligados al emperador Honorio y, por supuesto, existirán grandes aristócratas terratenientes muy ligados a los bárbaros, como la propia familia del emperador Avito, una familia muy filo visigoda y que, por ello, vio a uno de sus miembros como emperador, Avito.

      Sí, es una entrada que suscita mucho debate. Como dices, el fin del Imperio es un período tan caótico que daría para ríos de tinta y debate. Nosotros en el blog intentamos acercar los hechos de la forma más amena posible al gran público, haciendo con ello una divulgación histórica poco pesada pero no por ello menos rigurosa.

      Muchas gracias por tu aportación. Espero que comentemos futuras entradas 🙂

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      1. Alex Ruiz

        Es un periodo fascinante al que me dedico profesionalmente. Cierto que el blog tiene un carácter divulgativo, pero eso es digno de alabanza, pues son muy pocos los blogs en castellano que se dedican a la Antigüedad Tardía. Además, dicho sea de paso, ha resultado muy riguroso y preciso, incluso ameno. Algo que no todos sabemos hacer.

        En cuanto al comentario, considero que ha incurrido en un pequeña simplificación: en el siglo IV el ordo senatorius es un estamento increíblemente heterogéneo. Una análisis prosopográfico del mismo demuestra que las antiguas élites senatoriales, de rancio abolengo aristocrático, no despreciaban en absoluto los cargos provinciales, sino que anhelaban completamente los mismos (pese al fingido desinterés Symmachus). Un ejemplo de ello, sería Vetius Agorius Praetextatus, Aconius Catullinus signo Philomathius o Nichomachus Flavianus. Eran precisamente las florecientes y emergentes élites provinciales, que habían adquirido por adlectio o por méritos propios el rango de vir clarissimus, los que aspiraban a la administración imperial. Al fin y al cabo, debían su ascenso al emperador, y este dejaba sentir su influencia en su corte. La epigrafía honorífica se mantiene, muy reducida eso si, ya sea por la caída del hábito epigráfico, ya sea por otras causas (tanto se ha escrito sobre ello)…

        En cuanto al conflicto entre estas élites, yo lo creo bastante plausible. Veo que utilizó el artículo de Rosa Sanz y de Margarita Escribano Paño para analizar la oposición de Didymus y Verenianus respecto a Constantino III y su hijo, el Cesar Constante. Ambas autoras plantean algo que usted transmite: ¿Cual era el interés de estos iuvenes en defender las Hispanias? ¿Su familiaridad con Honorio o la posibilidad de perder su influencia? ¿Defendieron la legitimidad imperial o su propia posición?

        Considero que las élites provinciales «marginales», no tan pujantes como otros «paisanos» suyos (los Flavii, los Sallustii, los Severii, los Syagrii,…), ante la imposibilidad de ingresar en los cuadros administrativos del Imperio, recibieron la llegada de los pueblos bárbaros como agua de Mayo. Gracias a ellos, obtenían la posibilidad mantener e incluso incrementar su influencia en las distintas provincias. Un ejemplo de ello se vería en la intermediación de los suevos por colocar en Hispalis un obispo favorable a ellos, derrocando a un obispo anterior que se refugio entre los visigodos. Precisamente, dicho obispo filo-visigodo sería restituido en la cátedra hispalense tras la campaña de Teodorico II. Igualmente, ya en Carthago, Genserico ejecutó a varios viri honorati de origen hispano, que constituían parte de su personal de corte, por no querer abandonar el catolicismo. Sin ir más lejos, algo similar se ocurrió en las Gallias (R. Van Dam, 1992) y en Mauritania Cesarensis.

        En definitiva, un periodo tan fascinante como abierto a debate. Perdón por la parrafada, espero que mis futuras intervenciones no sean tan áridas.

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  2. Me encantaría poder contactar contigo en las redes sociales para poder seguir hablando y debatiendo de ello. La verdad es que no conozco a mucha gente dedicada en profesión a la Antigüedad Tardía y creo que estaría muy bien.

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    1. Alex Ruiz

      La verdad que estaría bien. Mi nombre es Alex Ruiz Lopez en Facebook. En honor a la verdad, por profesionalmente me refiero a que vivo de una beca doctoral de investigación mientras trato de hacerme un hueco en algún pequeño grupo de investigación. Mi temática de estudio trata el origen, evolución y consolidación de las élites de la Hispania Tardorromana -especialmente, pre-teodosinianas-, pero su evolución posterior me ha llevado hacer pequeñas incursiones en época post-imperial, sobre todo el final del siglo V. Por cierto, he pasado a tutearte porque no sabía que eras algo más joven que yo.

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  3. Alex Ruiz

    Por cierto, no se si conoces el blog «Dark Age History», es uno de los blogs más completos sobre la späntatike en Gran Bretaña: darkagehistory.blogspot.com.es/

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