Conociendo la Península Ibérica por los cuatro costados (I). El relieve.

Esta es la primera de una serie de entradas donde nos aproximaremos a conocer nuestra tierra, la auténtica, un poco más de cerca en un viaje hasta su más remoto pasado geológico. En esta entrada empezaremos por el principio y por eso vamos a hablar de placas tectónicas, continentes, orogenias, montañas, valles, fallas… ¿Te apetece saber cómo encajar todo esto? Vamos allá.

El relieve peninsular e insular.

Imagen 1. Mapa de las distintas placas tectónicas que existen. Además de ellas existen otras más pequeñas, como la microplaca ibérica, cuya fricción con la placa africana acabó configurando nuestra península. Fuente: elordenmundial.com

Cuando hablamos de la Historia geológica de la Península Ibérica tenemos que saber que en ese pack también entran las islas Baleares, y es una Historia que hunde sus raíces en lo más profundo de las eras geológicas. La evolución de este territorio viene definida por su posición entre dos placas tectónicas, la euroasiática y la africana, y por ello los choques entre ambas van a condicionar lo que pase aquí. Por otro lado, tenemos las islas Canarias con una Historia geológica mucho más reciente. Vamos a ver cuáles son las características principales del relieve peninsular:

La Península Ibérica es maciza y tiene una extensión de 581.353 km2. Sus costas tienen un trazado generalmente rectilíneo y está unida al resto de Europa por los Pirineos, una cadena montañosa de unos 440 km de longitud.

Tiene una elevada altitud media, concretamente unos 660 metros sobre el nivel del mar. Este hecho provoca que España sea el segundo país europeo en altura, tan sólo superado por Suiza, debido a la elevada altitud de la Meseta.

El relieve tiene una configuración periférica a la Meseta. Alrededor de esta se disponen las restantes unidades del relieve que la aíslan de la influencia marina.

Recorramos ahora los orígenes de la Península en lo más profundo de las eras geológicas.

Era Precámbrica (4.600 – 570 m.a).

En los primeros momentos de formación de nuestro planeta no existían tierras emergidas que formasen parte de la Península Ibérica, pero sí que existía una banda montañosa configurada en dirección NO-SE en la zona que hoy ocupa el Macizo Galaico y que, de hecho, fue el germen de esta unidad montañosa. A finales del Precámbrico, tras muchos millones de años de erosión, este macizo estaba prácticamente arrasado y fue cubierto por los mares. El supercontinente Pangea se estaba formando.

Era Paleozoica o primaria (570 – 230 m.a).

Imagen 2. Durante el Paleozoico, emergió el zócalo ibérico o hespérico, todo él integrado en el supercontinente Pangea, que acabaría por conformar la base dura silícea de la futura Península Ibérica. Fuente: pinterest.es

En este período se produjeron la orogenia caledoniana y la orogenia herciniana, es decir, movimientos que generaron relieve; aunque sólo la última afectó a la futura Península Ibérica. En este momento se formaron el macizo Hespérico, los macizos Bético-Rifeños y el Catalano-Balear, unidades de relieve muy antiguo que se desarrollarían más adelante formando las cordilleras Béticas y la cordillera Costero-catalana.

Pangea comienza su separación en dos bloques: Gondwana al sur y Laurasia al norte, quedando la Península dentro de este último conjunto y conformándose el mar de Tethis como la gran divisoria entre ambos conjuntos, el lejano precedente de nuestro mar Mediterráneo.

La orogenia herciniana hizo emerger la Meseta y el esqueleto principal del relieve peninsular. Estas rocas conformaban un zócalo paleozoico duro y de composición silícea, dando lugar a lo que hoy conocemos como España silícea.

Era Mesozoica o secundaria (230 – 65 m.a).

Imagen 3. Durante el Mesozoico, la península ya se parecía algo más a lo que conocemos, pero todavía que daba mucho por hacer. Los sedimentos de la parte silícea se depositaron en los mares para conformar el resto del relieve. Fuente: pinterest.es

Este largo período se caracterizó por la calma orogénica, y lo que encontramos es un largo proceso de erosión y sedimentación de los relieves existentes. En el caso de la Península Ibérica tenemos que destacar:

Los relieves hercinianos se erosionaron hasta crear una gran llanura, depositándose todos esos sedimentos en los mares poco profundos.

El mar avanzó y retrocedió tras varios movimientos que se conocen como movimientos epirogénicos.

Las fosas marinas que se ubicaban en lo que hoy son los Pirineos y las cordilleras Béticas se fueron colmatando de sedimentos calizos, formándose una gran cobertera plástica sobre el zócalo paleozoico silíceo y duro, conformando lo que hoy conocemos como España caliza.

La Meseta se inclinó hacia el mar Mediterráneo, produciéndose un basculamiento de todos los ríos primitivos hacia aquel mar.

Era Cenozoica terciaria (65 – 2 m.a).

Imagen 4. Durante el Cenozoico, la Península Ibérica alcanzó prácticamente la configuración que conocemos hoy. La sedimentación acabó por conformar la depresión del Guadalquivir y el litoral mediterráneo. A pesar de que no se recoge en la imagen, las islas Baleares emergieron también aquí como prolongación del macizo Bético. Imagen: pinterest.es

La Meseta se definió por fin tal y como la conocemos, así como sus rebordes montañosos, y se produjo el nacimiento de las islas Canarias. Las placas tectónicas euroasiática y africana chocaron, produciendo lo que conocemos como orogenia alpina, un nuevo movimiento por el cual se elevaron de nuevo las unidades del relieve y los continentes se quedaron definidos tal y como los conocemos hoy. En el caso de la Península Ibérica:

Se elevaron los Pirineos y las cordilleras Béticas a través del plegamiento de los materiales calizos que se habían depositado a través de la sedimentación. Las islas Baleares surgieron entonces como una prolongación de las cordilleras Béticas y también surgieron la cordillera Costero-catalana y los Montes Vascos como prolongación de los Pirineos.

Se abrieron las cuencas de los ríos Ebro y Guadalquivir, que fueron llenándose progresivamente de sedimentos.

El macizo Hespérico se fracturó en bloques según el modelo de horst y graben, una denominación alemana que designa el hundimiento de unos bloques duros formando cubetas y el alzamiento de otros bloques formando cadenas montañosas. Los bloques que se alzaron fueron el macizo Galaico, la parte occidental de la Cordillera Cantábrica, el Sistema Central y los Montes de Toledo; mientras que los bloques hundidos fueron las submesetas Norte y Sur.

La Meseta dejó de inclinarse hacia el Mediterráneo y se inclinó hacia el Atlántico, manteniéndose así hasta la fecha.

– Los continuos choques de las fallas provocaron intensa actividad volcánica en zonas como el Campo de Calatrava (Ciudad Real), Olot (Girona) o el Cabo de Gata (Almería).

– Por último, la orogenia alpina fracturó el fondo oceánico del Atlántico haciendo emerger material magmático del interior de la Tierra que acabó por solidificarse y formó las islas Canarias.

Era Cenozoica cuaternaria (2 m.a – actualidad).

Imagen 5. Durante el Cuaternario, el glaciarismo terminó por modelar algunos aspectos del relieve, si bien la Península Ibérica ya tenía las características qeu conocemos hoy. Fuente: pinterest.es

Esta etapa se caracterizó por el fenómeno del glaciarismo, mientras que la sedimentación es poco potente. El glaciarismo se caracterizó por la alternancia de períodos glaciares de intenso frío con otros interglaciares más templados.

En la Península, el glaciarismo estuvo presente en los Pirineos, Cordillera Cantábrica, Sistema Central, Sistema Ibérico y las cordilleras Béticas, concretamente en Sierra Nevada. Los ríos fueron erosionando sus cauces y excavando los relieves por los que discurrían, formando los valles aluviales y las terrazas. Por último, las líneas de costa se modificaron por los ascensos y descensos del nivel del mar según los glaciares de los polos aumentaban o disminuían de tamaño.

Bibliografía:

Imagen destacada extraída de: museoecologiahumana.org.

vv.aa (2002): Geografía de los Grandes Espacios Mundiales I y II. Editorial UNED.

vv.aa (2009): Geografía General I. Geografía Física. Editorial UNED.