Conociendo la Península Ibérica por los cuatro costados (II). Las unidades montañosas.

En la anterior entrada hicimos un recorrido más o menos sintético —y un poco intenso— por el origen del relieve en el caso de nuestro país. Hicimos un largo viaje por las eras geológicas desde los más remotos orígenes precámbricos hasta la actualidad, lo que nos servirá de base para entender mejor el asunto que tratamos aquí: ¿Cómo es el relieve peninsular? ¿Y el de las islas? Vamos a descubrirlo.

Dentro del relieve peninsular, en la gran diversidad de rocas que lo caracteriza, distinguimos sobre todo dos grandes conjuntos: por un lado, la Meseta, que es la unidad clave y central del relieve peninsular y que, a su vez, está dividida en unidades interiores que descubriremos a continuación, y los rebordes montañosos que la rodean. Además, vamos a encontrar lo que denominamos como unidades exteriores alpinas, como los Pirineos o las Cordilleras Béticas, debido a su origen en la orogenia alpina que también descubrimos en la anterior entrada.

El epicentro del relieve español: La Meseta.

Imagen 1. Diagrama de la Península Ibérica donde se ubica la Meseta y sus divisiones en dos submesetas. Fuente: e-junior.net

Como decíamos, es la unidad central del relieve peninsular y que tiene una elevada altitud media —unos 660 metros sobre el nivel del mar—. Se trata de un gran zócalo de rocas silíceas cristalinas emergidas durante el Paleozoico, muy arrasado por la erosión del Mesozoico que se encuentra inclinada hacia el Atlántico, determinando así la red fluvial. La Meseta está dividida a su vez en dos submesetas por el Sistema Central, compuestas por rocas silíceas cubiertas de materiales sedimentarios y donde dominan los paisajes horizontales, tal es el caso de las grandes llanuras castellanas. Vamos a analizarla más de cerca:

– El zócalo paleozoico: Fue formado por rocas silíceas durante el Precámbrico y el Paleozoico como granito, pizarra y cuarcita, que sólo son visibles en superficie en la zona de Salamanca, Zamora, Extremadura y el Alentejo portugués; mientras que en el resto de lugares está cubierto por materiales sedimentarios erosionados y excavados por el río Duero en la submeseta norte y por el Tajo y Guadiana en la submeseta sur.

– Las cordilleras interiores: Están formadas por materiales silíceos levantados durante el Paleozoico según el modelo de horst o bloques levantados y graben o bloques hundidos. Los bloques levantados se corresponderían con el Sistema Central y los Montes de Toledo y los hundidos con las dos submesetas. Hemos de recordar que la orogenia alpina revitalizó estos relieves y los volvió a levantar un poco. De entre los bloques levantados, destacamos por su importancia al Sistema Central, que divide la Meseta en dos y que, a su vez, está dividido en cuatro conjuntos, que son Somosierra, Guadarrama, Gredos y Gata. Por su parte, los Montes de Toledo dividen la submeseta sur en dos, separando así las cuencas de los ríos Tajo y Guadiana.

Imagen 2. Vista aérea desde Ávila de la sierra de Gredos, una de las partes del Sistema Central. Fuente: wikimedia.org.

– Las cuencas sedimentarias interiores: Se corresponden con las ya citadas submesetas norte y sur y se formaron por el hundimiento de los bloques duros durante la orogenia herciniana, generando lagos que luego se colmataron de sedimentos. Hemos de decir que la submeseta norte es más alta y uniforme, rondando los 800-850 metros de altitud media. Está recorrida por el río Duero y en su parte más occidental pueden verse los afloramientos del zócalo que mencionábamos antes, concretamente en los Arribes del Duero, mientras que la submeseta sur es más baja, rondando los 500-700 metros de altitud media.

Imagen 3. Vista de la amplitud de la Meseta en uno de los tramos del Camino de Santiago. Fuente: caminoadventures.com

Los rebordes montañosos de la Meseta.

Son varias unidades las que encontramos aquí, y todas se originaron cuando el macizo Hespérico, el primitivo núcleo que formó la Península Ibérica, se fracturó.

– El Macizo Galaico: La orogenia alpina fracturó este bloque del zócalo y produjo un gran abombamiento recorrido por fallas. Su composición es de roca silícea y la erosión lo ha redondeado. Se compone de los Montes de León, donde sobresalen alturas como el pico del Teleno de 2.188 metros, montañas y cuencas medias como el Bierzo y una zona costera muy recortada y que forma rías, como en la costa gallega.

Imagen 4. Vista del Macizo Galaico atravesado por el río Sil. Fuente: riosdelplaneta.com.

– La Cordillera Cantábrica y los Montes Vascos: Se extienden desde Galicia hasta los Pirineos y aíslan la Meseta de la influencia marina del mar Cantábrico. La Cordillera Cantábrica tiene una parte occidental, de rocas paleozoicas fracturadas con cumbres altas y romas y una parte oriental, de rocas calizas con altas cumbres y hoyas, destacando picos como Torre Cerredo con 2648 metros de altitud.

La montaña de transición a los Montes Vascos, también conocida como montaña santanderina, combina zócalo paleozoico con una cobertera sedimentaria caliza, habiendo sido el relieve erosionado por la acción del agua durante millones de años generando cavidades y cuevas naturales como Altamira, ocupadas desde el Paleolítico. Como decíamos, los Montes Vascos, también de naturaleza caliza, enlazan con los Pirineos.

Imagen 5. Vista de los Picos de Europa, una de las zonas más representativas de la Cordillera Cantábrica. fuente: haciendadedonjuan.com.

– Sistema Ibérico: Se extiende desde la sierra de la Demanda, en Burgos, hasta Valencia. Aquí predominan las rocas calizas, aunque en algunos lugares podemos ver los materiales paleozoicos del zócalo. Distinguimos su mitad septentrional, donde se dan las sierras plegadas y falladas en la sierra de la Demanda o los Picos de Urbión; y su mitad meridional, donde se da el ramal exterior o aragonés, con materiales calizos como en el Maestrazgo y el ramal interior o castellano con materiales paleozoicos como en la sierra de Albarracín, aunque también encontramos algunas regiones calizas como la serranía de Cuenca. Ambos sectores están separados por la fosa de Calatayud – Teruel.

Imagen 6. Vista del Pico del Moncayo, al fondo, en el Sistema Ibérico. Fuente: wikimedia.org.

– Sierra Morena: Se trata de un escalón tectónico que separa la Meseta de la depresión del Guadalquivir, de naturaleza silícea y formada en el paleozoico. Destacan las sierras de Madrona, Almadén, Alcudia y los Pedroches; siendo Despeñaperros el paso habitual desde el valle del Guadalquivir hacia la Meseta y viceversa.

Imagen 7. Cascada de la Cimbarra, en Aldeaquemada, Sierra Morena. fuente: wikimedia.org.

Las unidades exteriores a la Meseta o alpinas.

Aquí encontramos todas las unidades del relieve que encontramos fuera de la Meseta y sus rebordes, como son los Pirineos, la Cordillera Costero-catalana, las Cordilleras Béticas y las depresiones del Ebro y del Guadalquivir.

– Los Pirineos: Unen a la Península Ibérica con el continente europeo y encontramos su altitud máxima en su parte central. Su nacimiento se debió a la colisión de la microplaca Ibérica con la Euroasiática durante la orogenia alpina, sufriendo posteriormente un modelado por los hielos muy intenso.

Hemos de destacar la parte central o Pirineo Axial, donde afloran los restos del macizo paleozoico y los materiales más antiguos. Aquí se dan las mayores altitudes con los picos como el Aneto con 3404 metros muy afectados por la erosión glaciar. Por otro lado, se encuentra el Prepirineo, formado por materiales sedimentados durante el Mesozoico y que se levantaron en la orogenia alpina. Son de composición caliza y tienen estructura plegada por tratarse de materiales blandos.

Imagen 8. Vista del Pirineo Axial, la parte central y de más elevación de los Pirineos. fuente: iagua.es.

– Cordillera Costero-catalana: Se trata de dos alineaciones montañosas que se extienden paralelas a la costa y que aíslan la depresión del Ebro de la influencia marina del Mediterráneo, además de enlazar desde los Pirineos hasta el Sistema Ibérico. Entre ambas alineaciones se encuentra una estrecha depresión habitada por poblaciones como Sabadell o Terrasa, y están atravesadas por los ríos Ter y Llobregat.

Imagen 9. Vista de Montserrat, en la Cordillera Costero-catalana. Fuente: nationalgeographic.com.es.

– Cordilleras Béticas: Se extienden desde Cádiz hasta el cabo de la Nao, prolongándose hacia Baleares. Su levantamiento se produjo en la orogenia alpina y podemos dividirlo en tres unidades.

Por un lado, la cordillera Penibética, próxima a la costa y que se extiende desde la Serranía de Ronda hasta el desierto de Tabernas, en Almería. En Sierra Nevada afloran los restos del paleozoico con los materiales más antiguos, y encontramos glaciarismo sólo en Sierra Nevada y en su pico más alto, el Mulhacén, con 3479 metros.

Por otro lado, la cordillera Subbética, situada al norte de la anterior y que se extiende desde Ronda y Grazalema hasta las sierras de Cazorla, Segura y Las Villas. Acto seguido se sumerge en el Mediterráneo, para finalmente emerger formando las islas Baleares. Aquí encontramos altitudes menores y sus rocas son de composición caliza.

Por último, la depresión intrabética, situada en la zona intermedia entre aquellas dos. Se trata de un conjunto de extensas llanuras de materiales blandos y arcillosos, produciendo un paisaje variado y donde encontramos formaciones como cárcavas y badlands debido al arrastre de las aguas en un suelo inestable y que se extienden desde las Hoyas de Ronda y Antequera hasta Guadix y Baza.

Imagen 10. Vista de Sierra Nevada desde la estación de esquí. Fuente: turgranada.es

Hemos de dedicar algunas líneas a las depresiones del Ebro y del Guadalquivir. La primera se encuentra encerrada entre los Pirineos, el Sistema Ibérico y la Cordillera Costero-catalana y desemboca en el Mediterráneo. La segunda se ubica entre Sierra Morena y las Cordilleras Béticas y desemboca en el Atlántico y no forma una cuenca simétrica, ya que el río está mucho más próximo a Sierra Morena que a las Cordilleras Béticas.

El relieve de las islas Baleares y Canarias.

Las Baleares están conformadas por las islas de Mallorca, Menorca, Ibiza, Formentera y Cabrera, y se tratan de una prolongación de la Cordillera Subbética de la que ya hemos hablado. En algún momento de la orogenia alpina los materiales calizos sedimentados se alzaron y emergieron del mar conformando el archipiélago.

Mallorca se divide en tres unidades. Por un lado, la Sierra de Tramontana en el noroeste con picos como el Puig Major con 1445 metros y la Sierra de Levante en el sureste. Entre ambas encontramos una llanura interior llamada Pla, de rocas arcillosas. Menorca es fundamentalmente llana y destacan comarcas como la de Tramontana o la del Migjorn, al sur de la isla.

Imagen 11. Vista de la Cala Pi, de Mallorca, en un típico paisaje calizo. fuente: viajerospiratas.es.

Respecto a las islas Canarias, hemos de decir que su origen es volcánico y emergieron hace aproximadamente 20 millones de años atrás, aunque no todas las islas al mismo tiempo ya que su edad es decreciente desde el este hacia el oeste, siendo Lanzarote la más antigua y El Hierro la más reciente. El relieve de Fuerteventura y Lanzarote está ya muy erosionado y aplanado, presentando formas volcánicas características como barrancos y malpaíses; mientras que el relieve del resto de islas es más abrupto y presenta mayores altitudes, como por ejemplo Tenerife con el Teide, de 3718 metros, además de presentar numerosos conos volcánicos, barrancos de gran profundidad y calderas como la de Taburiente en la isla de Gran Canaria.

Imagen 12. Vista del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, en Gran Canaria. Fuente: wikimedia.org.

Bibliografía:

Imagen destacada extraída de: lavozdepuertollano.es

vv.aa (2002): Geografía de los Grandes Espacios Mundiales I y II. Editorial UNED.

vv.aa (2009): Geografía General I. Geografía Física. Editorial UNED.

Conociendo la Península Ibérica por los cuatro costados (I). El relieve.

Esta es la primera de una serie de entradas donde nos aproximaremos a conocer nuestra tierra, la auténtica, un poco más de cerca en un viaje hasta su más remoto pasado geológico. En esta entrada empezaremos por el principio y por eso vamos a hablar de placas tectónicas, continentes, orogenias, montañas, valles, fallas… ¿Te apetece saber cómo encajar todo esto? Vamos allá.

El relieve peninsular e insular.

Imagen 1. Mapa de las distintas placas tectónicas que existen. Además de ellas existen otras más pequeñas, como la microplaca ibérica, cuya fricción con la placa africana acabó configurando nuestra península. Fuente: elordenmundial.com

Cuando hablamos de la Historia geológica de la Península Ibérica tenemos que saber que en ese pack también entran las islas Baleares, y es una Historia que hunde sus raíces en lo más profundo de las eras geológicas. La evolución de este territorio viene definida por su posición entre dos placas tectónicas, la euroasiática y la africana, y por ello los choques entre ambas van a condicionar lo que pase aquí. Por otro lado, tenemos las islas Canarias con una Historia geológica mucho más reciente. Vamos a ver cuáles son las características principales del relieve peninsular:

La Península Ibérica es maciza y tiene una extensión de 581.353 km2. Sus costas tienen un trazado generalmente rectilíneo y está unida al resto de Europa por los Pirineos, una cadena montañosa de unos 440 km de longitud.

Tiene una elevada altitud media, concretamente unos 660 metros sobre el nivel del mar. Este hecho provoca que España sea el segundo país europeo en altura, tan sólo superado por Suiza, debido a la elevada altitud de la Meseta.

El relieve tiene una configuración periférica a la Meseta. Alrededor de esta se disponen las restantes unidades del relieve que la aíslan de la influencia marina.

Recorramos ahora los orígenes de la Península en lo más profundo de las eras geológicas.

Era Precámbrica (4.600 – 570 m.a).

En los primeros momentos de formación de nuestro planeta no existían tierras emergidas que formasen parte de la Península Ibérica, pero sí que existía una banda montañosa configurada en dirección NO-SE en la zona que hoy ocupa el Macizo Galaico y que, de hecho, fue el germen de esta unidad montañosa. A finales del Precámbrico, tras muchos millones de años de erosión, este macizo estaba prácticamente arrasado y fue cubierto por los mares. El supercontinente Pangea se estaba formando.

Era Paleozoica o primaria (570 – 230 m.a).

Imagen 2. Durante el Paleozoico, emergió el zócalo ibérico o hespérico, todo él integrado en el supercontinente Pangea, que acabaría por conformar la base dura silícea de la futura Península Ibérica. Fuente: pinterest.es

En este período se produjeron la orogenia caledoniana y la orogenia herciniana, es decir, movimientos que generaron relieve; aunque sólo la última afectó a la futura Península Ibérica. En este momento se formaron el macizo Hespérico, los macizos Bético-Rifeños y el Catalano-Balear, unidades de relieve muy antiguo que se desarrollarían más adelante formando las cordilleras Béticas y la cordillera Costero-catalana.

Pangea comienza su separación en dos bloques: Gondwana al sur y Laurasia al norte, quedando la Península dentro de este último conjunto y conformándose el mar de Tethis como la gran divisoria entre ambos conjuntos, el lejano precedente de nuestro mar Mediterráneo.

La orogenia herciniana hizo emerger la Meseta y el esqueleto principal del relieve peninsular. Estas rocas conformaban un zócalo paleozoico duro y de composición silícea, dando lugar a lo que hoy conocemos como España silícea.

Era Mesozoica o secundaria (230 – 65 m.a).

Imagen 3. Durante el Mesozoico, la península ya se parecía algo más a lo que conocemos, pero todavía que daba mucho por hacer. Los sedimentos de la parte silícea se depositaron en los mares para conformar el resto del relieve. Fuente: pinterest.es

Este largo período se caracterizó por la calma orogénica, y lo que encontramos es un largo proceso de erosión y sedimentación de los relieves existentes. En el caso de la Península Ibérica tenemos que destacar:

Los relieves hercinianos se erosionaron hasta crear una gran llanura, depositándose todos esos sedimentos en los mares poco profundos.

El mar avanzó y retrocedió tras varios movimientos que se conocen como movimientos epirogénicos.

Las fosas marinas que se ubicaban en lo que hoy son los Pirineos y las cordilleras Béticas se fueron colmatando de sedimentos calizos, formándose una gran cobertera plástica sobre el zócalo paleozoico silíceo y duro, conformando lo que hoy conocemos como España caliza.

La Meseta se inclinó hacia el mar Mediterráneo, produciéndose un basculamiento de todos los ríos primitivos hacia aquel mar.

Era Cenozoica terciaria (65 – 2 m.a).

Imagen 4. Durante el Cenozoico, la Península Ibérica alcanzó prácticamente la configuración que conocemos hoy. La sedimentación acabó por conformar la depresión del Guadalquivir y el litoral mediterráneo. A pesar de que no se recoge en la imagen, las islas Baleares emergieron también aquí como prolongación del macizo Bético. Imagen: pinterest.es

La Meseta se definió por fin tal y como la conocemos, así como sus rebordes montañosos, y se produjo el nacimiento de las islas Canarias. Las placas tectónicas euroasiática y africana chocaron, produciendo lo que conocemos como orogenia alpina, un nuevo movimiento por el cual se elevaron de nuevo las unidades del relieve y los continentes se quedaron definidos tal y como los conocemos hoy. En el caso de la Península Ibérica:

Se elevaron los Pirineos y las cordilleras Béticas a través del plegamiento de los materiales calizos que se habían depositado a través de la sedimentación. Las islas Baleares surgieron entonces como una prolongación de las cordilleras Béticas y también surgieron la cordillera Costero-catalana y los Montes Vascos como prolongación de los Pirineos.

Se abrieron las cuencas de los ríos Ebro y Guadalquivir, que fueron llenándose progresivamente de sedimentos.

El macizo Hespérico se fracturó en bloques según el modelo de horst y graben, una denominación alemana que designa el hundimiento de unos bloques duros formando cubetas y el alzamiento de otros bloques formando cadenas montañosas. Los bloques que se alzaron fueron el macizo Galaico, la parte occidental de la Cordillera Cantábrica, el Sistema Central y los Montes de Toledo; mientras que los bloques hundidos fueron las submesetas Norte y Sur.

La Meseta dejó de inclinarse hacia el Mediterráneo y se inclinó hacia el Atlántico, manteniéndose así hasta la fecha.

– Los continuos choques de las fallas provocaron intensa actividad volcánica en zonas como el Campo de Calatrava (Ciudad Real), Olot (Girona) o el Cabo de Gata (Almería).

– Por último, la orogenia alpina fracturó el fondo oceánico del Atlántico haciendo emerger material magmático del interior de la Tierra que acabó por solidificarse y formó las islas Canarias.

Era Cenozoica cuaternaria (2 m.a – actualidad).

Imagen 5. Durante el Cuaternario, el glaciarismo terminó por modelar algunos aspectos del relieve, si bien la Península Ibérica ya tenía las características qeu conocemos hoy. Fuente: pinterest.es

Esta etapa se caracterizó por el fenómeno del glaciarismo, mientras que la sedimentación es poco potente. El glaciarismo se caracterizó por la alternancia de períodos glaciares de intenso frío con otros interglaciares más templados.

En la Península, el glaciarismo estuvo presente en los Pirineos, Cordillera Cantábrica, Sistema Central, Sistema Ibérico y las cordilleras Béticas, concretamente en Sierra Nevada. Los ríos fueron erosionando sus cauces y excavando los relieves por los que discurrían, formando los valles aluviales y las terrazas. Por último, las líneas de costa se modificaron por los ascensos y descensos del nivel del mar según los glaciares de los polos aumentaban o disminuían de tamaño.

Bibliografía:

Imagen destacada extraída de: museoecologiahumana.org.

vv.aa (2002): Geografía de los Grandes Espacios Mundiales I y II. Editorial UNED.

vv.aa (2009): Geografía General I. Geografía Física. Editorial UNED.