La primera monarquía sueva. De Hermerico a Rechiario

En la entrada anterior hicimos un rápido repaso por las fuentes principales que nos servirían de guía para conocer a los suevos en su transitar por Europa hasta establecerse en la provincia Gallaecia, tal y como Hidacio nos narrará en su crónica. Aunque trataremos en entradas más generales el contexto político del occidente romano para englobar a todos los pueblos que lo protagonizaron –ya hay alguna entrada publicada que recoge algunos de esos puntos–, comenzaremos a hablar a partir de esta entrada del pueblo suevo ya establecido en Gallaecia. ¡Bienvenidos a Hispania!

¿Un pueblo de bárbaros desconocidos?

Los suevos fueron un pueblo mencionado en multitud de ocasiones, y cuentan con una larga tradición en la historiografía imperial. Como el lector comprenderá, “suevo”, fue un término dado un pueblo que se constituía de multitud de grupos y subgrupos de poblaciones diversas. Tácito decía que eran más de 20 grupos distintos entre el Danubio y Escandinavia, y por desgracia los autores que recogieron su paso a la Península Ibérica en 406 no precisaron de qué grupo se trataba. Jerónimo hace mención a los quados, un pueblo que se encontraba dentro de los suevos, y si bien hay cierto acuerdo en que se trataba de éstos, no serían ellos solos, sino que bastaba que el resto de “suevos” formaran un grupo más cohesionado y con señas de identidad más definidas para pasar a llamarse todo el grupo o pueblo como tal. Por tanto, aunque lo otro parece cierto, nos contentaremos con el testimonio de Hidacio al denominar suevos a los bárbaros que penetraron en la Península junto a vándalos y alanos.

De los pueblos que cruzaron los Pirineos, parece que los suevos eran los más débiles y los menos numerosos, un hecho que no les impidió hacer buen uso de esa supuesta debilidad. Cuando los vándalos abandonaron Hispania para pasar a África, los suevos eran el único enemigo a batir en la Península, y en 429 Hidacio ya les otorga un individualismo característico ya que al obispo le empieza a escocer la cercanía de estos nuevos dominadores. Él mismo formará parte de embajadas imperiales para negociar con los suevos asuntos de paz o treguas, siempre con éxitos y resultados efímeros y precarios. La población hispanorromana también rechazó a los invasores desde el principio, tal y como nos dice Hidacio:

El rey Hermerico, mientras saqueaba con sus hombres la zona central de Gallaecia, acosado por aquella población que había conservado los emplazamientos más fuertes y viendo que una parte de los suyos eran muertos y otros capturados, se vio obligado a restablecer el tratado de paz que había roto y devolver las familias que retenía”. Este testimonio nos revela cómo la aristocracia local se había organizado ya, tras ver las orejas al lobo, haciendo acopio de hombres armados y tomando los emplazamientos fortificados –seguramente antiguos castros y asentamientos de época prerromana ahora reacondicionados–, y mediante la fortificación y el hostigamiento comenzaban a hacerse valer frente al invasor; y es que no es extraño el “éxodo” de lugares en llanura a emplazamientos altos y defendibles en el siglo V en Hispania ante la situación generalizada de hostilidad e inseguridad, ya que se  ese fenómeno se produce en toda la geografía peninsular.

Dado que Hidacio muestra a los suevos como merodeadores que saquean Gallaecia, es de suponer que aún no tienen un lugar de residencia definido. Los invasores pactan con la aristocracia a nivel individual, pactos que se rompen y se rehacen constantemente y que en ningún momento aluden al Imperio Romano como titular de la parte invadida.

Imagen 1. Interesante animación que ilustra la expansión de la influencia sueva en Hispania a partir del año 438 bajo los reyes Hermerico y Rechila. Fuente: wikimedia.org

El afianzamiento suevo en Gallaecia.

La política imperial al respecto de los suevos fue titubeante y muy difusa. Como habíamos dicho, el propio Hidacio representará a los habitantes de Gallaecia ante los representantes imperiales con tal de conseguir un acuerdo que imponga un marco legal a los suevos, unos acercamientos que siempre fracasan, volviendo de nuevo a las negociaciones de carácter local entre suevos y aristocracia hispanorromana. En estos años centrales del siglo V, hablamos de un período entre el 432 y el 452, los godos están adquiriendo cada vez más protagonismo con ente independiente que negocia con Rávena sus propios intereses. Así, Hidacio nos notificará que un godo de nombre Vetto, de intenciones dudosas, se presentó a negociar con los suevos mientras él estaba ausente en una de sus embajadas. Al parecer el godo se fue con las manos vacías al respecto de pactos o acuerdos, pero este hecho nos refleja que los visigodos ya empiezan a urdir sus propios planes para Hispania sin el Imperio de por medio.

La Corte de Rávena reconoció a los suevos de forma legal en el 452-454, y aun ahora lo hizo de forma precaria y efímera. El papel de Hermerico había consistido en presionar por la aceptación y la ubicación de su pueblo en Hispania, pero su hijo Rechila llevará a cabo una política agresiva y expansionista hacia el sur de Gallaecia. La riqueza de la Bética era indudable, mientras que la Tarraconense y la Cartaginense aún parecían tener un control imperial efectivo, si bien el movimiento bagauda ya se estaba haciendo notar. Así las cosas, Hidacio nos da cuenta del inicio del reinado de Rechila en su crónica, y en la misma noticia nos dice que había ido hacia el sur y había derrotado a un tal Andevoto cerca del río Genil, haciéndose con un botín inmenso en oro y plata. La identidad de Andevoto se nos escapa, ya que Hidacio no nos da detalles de quién es pero no así Isidoro, quien lo menciona como Romanae miliiae ducem, esto es, un comes romano enviado a Hispania con un ejército. Como sólo tenemos el testimonio de Isidoro puede que esto no fuera así, y que el suevo hubiera derrotado a una milicia local organizada por un aristócrata o incluso que se tratara de merodeadores bárbaros buscando fortuna y desligados del bando imperial o del germánico, cuyo tesoro fuera el elemento cohesionador del grupo.

Imagen 2. Escultura de Requiario, rey suevo (448-456 d.C.), ubicado en los jardines del palacio real de Madrid. Fuente. wikimedia.org

En el 439 el rey suevo toma nada menos que Mérida, capital de la Lusitania, y un año después, enviado por el Imperio como embajador ante los suevos, cae apresado en Mértola. El control de Mérida, que también era residencia del vicarius hispaniae y de Mértola, con un puerto fluvial que suponía una salida al Atlántico, nos da idea de la política territorial de Rechila. En 441 el rey conquista Sevilla y acto seguido se apodera de toda la Bética y de toda la Cartaginense. Así, los suevos dominaban nominalmente toda Hispania menos la provincia Tarraconense, un control que por supuesto no era efectivo, ni siquiera de apostar guarniciones en enclaves estratégicos; simplemente se usaron Mérida y Sevilla como centros desde los que lanzar incursiones periódicas en busca de botín y que recordaran ese “control nominal” de Rechila sobre esos territorios. Roma reaccionó ante esto, y en 446 envió a un tal Vito con tropas federadas a saquear las costas de la Bética y la Cartaginense, pero huyó derrotado cuando Rechila y sus hombres llegaron.

En 448 Rechila murió en Mérida, y a pesar de las reticencias de los nobles, es sucedido por su hijo Rechiario. Hidacio nos dice que el viejo rey murió pagano, pero que su hijo es católico, posible motivo de la resistencia de los nobles a que fuera rey. Puede ser que este hecho fuera el mismo que llevaría a Recaredo, un siglo después, a convertirse al catolicismo para congraciarse con la población local y con los obispos católicos, y de hecho no sería de extrañar que Rechiario se convirtiera para aparecer como “alternativa preferible” a los godos arrianos que cada vez cobraban más protagonismo. A pesar de esto, los suevos no eran ajenos a las condiciones ventajosas que suponía aliarse con los visigodos, y en 449 Rechiario se casara con la hija del rey Teodorico como acercamiento diplomático entre ambos pueblos; un hecho que se celebró con una campaña sobre Vasconia en Febrero.

Imagen 2. Teodorico II, rey de los godos (453-466 d.C.). Pintura realizada por Félix Castello en 1635 y ubicada en el museo del Prado. Fuente: museodelprado.es

La aplastante derrota del desafío suevo.

En 451 y como el lector sabrá, una alianza romano-visigoda fundamentalmente, derrotó a Atila en la batalla de los Campos Cataláunicos; una batalla en la que el rey Teodorico perdió la vida. Alejada la amenaza huna, Valentiniano III envió a un nuevo comes, Mansueto, a encabezar una nueva delegación diplomática que entablase relaciones con los suevos. Mansueto logró estipular una paz con ellos y acordar los términos de la misma. Dos años después, asesinado el general Aecio por el emperador, volvió a mandar una nueva embajada para ratificar los términos de la paz acordada por Mansueto, esta vez una paz entre dos iguales: Rechiario y Valentiniano III. En esta ocasión, los suevos devolvieron la Cartaginense a los romanos, mientras que los germanos seguían controlando Gallaecia y Lusitania.

Muerto Valentiniano, los suevos eran libres del acuerdo alcanzado con Rávena y volvieron a saquear la Cartaginense. Los esfuerzos del nuevo emperador, Avito, aun firmando un acuerdo de foedus con los suevos fueron inútiles, pues parece ser que, en palabras de Hidacio: “[Los suevos], rompiendo todos los juramentos, invadieron la provincia Tarraconense que estaba sujeta al Imperio Romano”. Fue este un error fatal de Rechiario, pues el emperador se hartó de sus insolencias continuadas y encargó a los visigodos su derrota contundente. Contundente fue, desde luego, la humillante derrota que los visigodos infligieron a los suevos en la batalla del Órbigo el 5 de Octubre de 456, en las proximidades de Astorga. En palabras de Hidacio:

Teodorico, rey de los godos, obedeciendo los deseos y las órdenes del emperador Avito, entró en Hispania con su gran ejército. El rey Rechiario, acompañado de una gran multitud de suevos, se enfrentó a él a doce millas de la ciudad de Astorga, junto al río Órbigo, el viernes 5 de octubre; y entablado el combate fue vencido. Un gran número de suevos fueron abatidos en el curso de la batalla, otros fueron atrapados, pero aún más fueron los huidos. El mismo Rechiario, herido y en fuga, apenas puede hacer otra cosa que escapar a las regiones más alejadas de Gallaecia. (En Pablo C. Díaz, 2013, p. 82).

Imagen 4. Vista en segundo plano del «puente del paso honroso», sobre el río Órbigo (León). Este puente se denominó así porque un caballero del reino de León se batió en duelo sobre él contra varios caballeros para conseguir el favor de una dama que le había rechazado. En las cercanías se produjeron varias batallas a lo largo de la historia, siendo la primera de ellas la que enfrentó a suevos y visigodos en 456. En la imagen podemos apreciar el torneo medieval anual que se celebra en honor del duelo del caballero. Fuente: leonoticias.com

La capital sueva, Braga, fue saqueada el 28 del mismo mes, ya que la derrota fue tal que toda resistencia fue desbandada; un saqueo que afectó tanto a hispanorromanos como a suevos. Rechiario, que había huido a Porto para retirarse por mar, fue apresado y llevado ante Teodorico II. Los suevos que habían sobrevivido a la batalla del Órbigo se rindieron ahora, viendo a su rey prisionero y humillado, y parte de ellos fueron ejecutados. Tal fue la victoria visigoda que Hidacio afirmó tajantemente: “El reino de los suevos fue destruido y eliminado”. La crónica caesaraugustana no fue tan contundente, pero también se hizo eco de la victoria visigoda. Ejecutado Rechiario, Teodorico pasó a la Lusitania, donde reconquistó y respetó Mérida y a sus habitantes. A partir de este momento una guarnición visigoda se asentaba en la ciudad, en teoría como guarnición militar, pero en la práctica como un asentamiento permanente. Como dato representativo de esto, contamos con una inscripción que recuerda la colaboración entre el obispo emeritense Zenón y el dux godo Salla para reconstruir el puente sobre el río Guadiana y la muralla de la ciudad, ambos como máximos representantes políticos de la ciudad en aquel momento.

Bibliografía:

C., DÍAZ, P.: El reino suevo (411-585), Akal, 2013.

4 comentarios en “La primera monarquía sueva. De Hermerico a Rechiario

  1. José Miguel Hierro Agüera

    Excelente página de historia, espero acudir cuando sea necesario para profundizar en otros aspectos. Soy licenciado en Geografía e Historia por la UNED.

    Me gusta

  2. Javier Sanz

    Hola.
    Un par de cosas: la expansión sueva por Hispania ha estado siempre muy sobrevalorada. Yo creo que de Bética sólo controaron Sevilla y nada de Cartaginense. De heho, hay amplias zonas de Lusitania y de la propia Galecia que nunca estuvieron en su poder. Por cierto, Hidacio sólo dice de Mértola que allí fue capturado Censorio, nada más. No menciona la ocupación de la ciudad.
    Segundo asunto: Roma firmó un acuerdo con los suevos en 438 como creo haber demostrado en Sanz Huesma, F.J.: «Hidacio y Censorio: el foedus de 438 entre Roma y los suevos», Polis 21, 2009, pp. 59-76 (perdona la inmodestia que supone citarse a sí mismo=.

    Me gusta

    1. Hola Javier! Es un honor que alguien con publicaciones al respecto haya descubierto el blog y opine en él, no te preocupes 🙂

      Coincido con tu primer punto, los suevos establecieron un «dominio nominal», ni mucho menos llegaron a controlar de forma real todo ese territorio con tan pocos efectivos y con la mayoría de la población en contra, habría sido absurdo pensar lo contrario.

      Me gusta

Deja un comentario