La huella arqueológica de los pueblos germánicos

En la entrada anterior vimos cómo el reino de Tolosa se desvanecía tras el desastre sucedido en la batalla de Vouillé. El pueblo visigodo perdía su reino y a su rey de un plumazo y fue la Península Ibérica la que ahora sería la sede definitiva de este pueblo errante durante siglos. ¿Realmente podemos rastrear esa migración hacia Hispania? ¿Tenemos fuentes arqueológicas que nos permitan esclarecer claramente el paso y el asentamiento de nuevos pobladores? En la entrada de hoy vamos a ir de mano de la arqueología para intentar esclarecer si los pueblos germánicos en general dejaron una huella arqueológica tan visible como para ser rastreados por el territorio.

En primer lugar, debemos hablar de varias teorías que han surgido al respecto de las migraciones durante la Antigüedad Tardía. Para el caso concreto de la migración visigoda tras la batalla de Vouillé hemos de tener en cuenta la tesis defendida por R. d’Abadal en los años 60 quien consideró que hubo dos migraciones: una antes de la batalla y por tanto a finales del siglo V, y otra posterior a la misma, en la que se vieron envueltas las élites de Tolosa al tener que abandonar el reino ya perdido. Según este discurso, la nobleza visigoda habitó principalmente las ciudades mientras que el grueso de la población se asentaba en el campo, formando comunidades de aldea y de granjas. De acuerdo con esta teoría se han identificado como propiamente “visigodas” alguna necrópolis relacionadas con hábitats rurales, sobre todo a lo largo del curso del río Duero; pero bien es cierto que esto ha suscitado gran debate ya que podrían tratarse de necrópolis vinculadas a antiguas tropas federadas de Roma o incluso a los restos de tropas comitatenses recogidas en la Notitia Dignitatum. Hay quien incluso las relaciona con las tumbas de los soldados que encarnaban los ejércitos privados de las villae de la nobleza romana. Sea como fuere, lo que tienen en común es que son tumbas netamente militares y pueden englobar contextos muy distintos y no necesariamente uno solo.

Imagen 1. Necrópolis de época visigoda excavada en la roca. Arroyo de la Luz, Cáceres.

A pesar de ésta aparente claridad, es difícil estudiar estos cementerios ya que muchas veces el ajuar es realmente escaso o presenta dificultades de estudio, con lo cual no puede ser aparejado con un grupo bárbaro o romano determinado. A pesar de ello, la similitud de estos cementerios con los del resto de Europa desde el siglo V hasta el VII es considerable.

Estas llamadas “necrópolis del Duero” están concentradas en general en toda Castilla y León, además de en Toledo y Guadalajara. En muchos casos están relacionadas con asentamientos fortificados de villae o antiguos castros de origen prerromano que protegían a los habitantes en caso de peligro o necesidad. Como ejemplo podemos contar con el castillo de Lousa en Mourao (Portugal), Castiltierra o Duratón en Segovia, San Pedro de Latarce y Medina de Rioseco en Valladolid o los castros de Socuellacabras y Tañine en Soria, entre otros. Todos ellos son asentamientos prerromanos romanizados y habitados después como defensa permanente. El problema que nos ocupa es que no podemos saber si la población de estos asentamientos era hispanorromana o bárbara.

Autores como H. Zeiss, J. Martínez Santa Olalla, A. Götze y N. Alberg consideraron estas necrópolis como puramente germánicas y sus materiales totalmente foráneos a los registros locales, siguiendo la línea historiográfica de W. Reinhart. A partir de aquí sólo hubo algunos matices de autores que trataban de identificar a grupos étnicos distintos a los visigodos; rizando más el rizo aún si cabe. El caso más emblemático es el intento de G. Köning de intentar rastrear el paso de los vándalos por Hispania basándose en un tipo específico de pendientes y hebillas de cinturón muy representados en el norte de África bajo dominio vándalo y en la Lusitania. Teniendo en cuenta además una serie de tesorillos monetarios creó una auténtica “ruta de los vándalos” que iba desde el noroeste hasta el valle del Guadalquivir. Sus hipótesis fueron pronto rebatidas ya que aquellos ajuares podían adscribirse a poblaciones de suevos, alanos, godos, etc. Además, cabe decir que en muchas ocasiones los tesorillos no sólo proceden de ocultamientos en época de necesidad o inseguridad sino que muchas veces respondían a una acumulación de dinero por muy diversas causas; siendo la inseguridad sólo una de ellas.

Imagen 2. Tumba de lajas de época tardorromana originaria del yacimiento de la Loma de las Sepulturas, reubicada en el museo etnológico de Puertollano, Ciudad Real.

Gisella Ripoll ha puesto de manifiesto en la necrópolis del Carpio de Tajo en Toledo que es muy peligroso adscribir una necrópolis a una etnia concreta, pues la que antiguamente se consideró una necrópolis meramente visigoda, ha resultado ser de carácter mixto de poblaciones romanas y germanas, ya que los escasos ajuares responden a productos visigodos, bizantinos y en menor medida romanos. Al mismo tiempo avisa sobre la larga utilización de las necrópolis, muchas veces durante siglos, lo que hace aún más difícil la caracterización de las mismas.

Debemos remarcar que en la Península no hemos encontrado por el momento tumbas con ricos ajuares de estos períodos, tal y como sucede con algunas tumbas merovingias, que presentan ajuares muy ricos incluyendo espadas de oro y de plata. Este es un rasgo identificativo que demuestra que no hubo un poder político lo suficientemente fuerte y organizado durante los siglos V y VI como para orquestar un Estado. Este supuesto es extrapolable al reino suevo de Galicia.

En muchas de estas necrópolis, como decíamos, encontramos un uso muy prolongado en el tiempo, diferenciando entre tumbas de época romana aunque los individuos pueden no ser puramente romanos y tumbas de época visigoda, si bien los individuos no tienen por qué ser puramente visigodos. La mezcla de población es evidente no sólo aquí sino también a nivel social, pues recordemos que cuando los pueblos germánicos atraviesan el limes ya son una amalgama de pueblos y etnias muy diferentes entre sí.

Imagen 3. Ajuar funerario de época visigoda procedente de la necrópolis del Carpio de Tajo, Toledo.

Muchas veces los rasgos identificativos de estos pueblos eran el vestido, el peinado, los tatuajes corporales… y todo ello no es visible arqueológicamente. Tan sólo se conservan, y en ocasiones, elementos como metal, piedra y hueso que nada nos dicen de particularidades sino todo lo contrario; no olvidemos que aquel mundo también era globalizado, con lo cual no es extraño que un suevo de más allá del limes blandiese perfectamente una spatha romana fabricada en Tréveris. Atendiendo a las hebillas de cinturón es posible encontrarlas en contextos romanos como bárbaros, dispersos estos últimos entre Rusia y Francia. Lo mismo sucede con las fíbulas.

Podemos concluir afirmando que lo que se halla en el registro arqueológico, excepto fabulosas excepciones, suelen ser bienes de prestigio que cuentan más por su valor social que por la etnicidad del difunto. Salvando ricos sarcófagos realizados en piedra, que corresponden claramente con aristócratas romanos, la mayoría de los enterramientos se caracterizan por la extrema pobreza en ajuar y en construcción, siendo lo habitual realizar un hueco en el suelo y enterrar al difunto en una simple caja de madera o en una cista realizada con lajas de piedra simulando la forma de un sarcófago.

Es un error intentar buscar en la Antigüedad rasgos étnicos o culturales justificados por la arqueología. Era un mundo tan globalizado como el nuestro a nivel social y comercial y por ello las posibilidades de mezcla son muy numerosas y ciertamente más probables que la existencia de un grupo cultural aislado. Al menos en Europa.

Bibliografía:

JIMÉNEZ GARNICA, A. Mª: Nuevas gentes, nuevo imperio: los godos y Occidente en el siglo V, Madrid, 2010.

QUIRÓS CASTILLO, J.A. (ed.): El poblamiento rural de época visigoda en Hispania. Arqueología del campesinado en el interior peninsular, Universidad del País Vasco, 2013.

SANZ SERRANO, R: Historia de los godos. Una epopeya histórica de Escandinavia a Toledo, Madrid, 2009.

Imagen 1: http://goo.gl/0yVIkL

Imagen 2: http://goo.gl/EUzTKI

Imagen 3: http://goo.gl/L2TTu2

3 comentarios en “La huella arqueológica de los pueblos germánicos

  1. tonijuarezvillena

    Uffff hay errores de bulto. Primero los trabajos de Gisela Ripoll esta equivocados porque hace su selección solo con los materiales del Carpio de tajo, sin contrastarlos con los existentes en zonas del sur de francia por ejemplo. Las necropolis del Duero es un invento de Palol que el mismo reconoce en los años 70 que esta equivocado. Angel Fuentes en los años 80 ya desmonta esta teoría.Santa Olalla habla de este tipo de necropolis por el tipo de material que sale en Duraton, Espirdo y Madrona, pero tampoco profundiza en exceso. Zeiss esta totalmente descartado con los trabajos de los últimos 30 años. En Duraton no hay espacio fortificados, sino una ciudad romana, Confluencia, al igual pasa en castiltierra o espiado. Como núcleo fortificado yecla de yeltes o suellacabras, pero poco que ver con núcleos fortificados de protección.
    Luego discutible la consideración de «barbaros» separándolos de los hispanormanos; con la peregrinando ya están romanizados, y si es cierto que entre los siglos Vy VI existen ajuares que no se documentan anteriormente pero no creo que sean militares, ni símbolo de «clan» o «etnia».
    Interesante leer a Goffart o Walter Pohl.
    Y volviendo al tema de Ripoll, Ebel-Zepezauer o Sasse superan su trabajo.

    Me gusta

  2. Pingback: La legión perdida y seis joyas mas - Revista de Historia

Deja un comentario